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EMMA

No habían pasado ni si quiera unos segundos y ya notaba lo excitado que estaba Leone bajo mi cuerpo. Echó la cabeza hacia atrás dándome más acceso a su cuerpo. Me levanté para quitarme de encima suyo. Iba a jugar sucio, iba a jugar como sabía que a él no le gustaría, pero lo iba a hacer porque me excitaba demasiado. Me crucé de brazos y le miré de forma autoritaria. Él se quedó perplejo, aunque el deseo y la lujurias no desaparecían de su mirada.

—¿Qué quieres? —Preguntó en la misma posición en la que se encontraba anteriormente.

—Quítate la camisa.

—Quítamela tú. —Esperaba que me rebatiera, pero no iba a ceder.

—Quiero que te la quites tú.

Se levantó de su asiento. Era imponente, me sacaba por lo menos dos cabezas sin que yo estuviera calzando ningún zapato de tacón. Era una jodida bestia, pero me encantaba. Mi respiración se cortó cuando cogió mi mentón y lo alzó para que lo mirase a los ojos.

—Y yo quiero que me la quites, Emma.

—Oblígame. —Y eso fue un completo error por mi parte.

Una chispa de diversión y perversidad se reflejó en los ojos de Leone. Entonces me cogió por la nuca con una mano y por la cintura con la otra. Echó mi cabeza hacia atrás con brusquedad para tener acceso a mi cuello. Lamió, chupó y besó todo lo que pudo y más. Sabía perfectamente que iba a dejar unas cuantas marcas en mi cuello. Cuando comencé a desabrochar los botones de su camisa me miró a los ojos, conectando con mi cuerpo de una manera fascinante.

—Quítame la bata. —Ordené una vez había dejado caer su camisa al suelo.

Leone me cogió por las caderas y pegó su cuerpo al mío de nuevo. Recorrió mis curvas con las manos, sobre la seda negra y lisa. Después, enganchó entre sus dedos la suave cinta que sujetaba la bata a mi abdomen. Lo soltó muy despacio, y tiró de una de las mangas hacia a abajo para que la bata cayera al suelo y quedara completamente expuesta ante el rey de la mafia.

—Eres bellisima, Emma...

Sonreí ante el alago mientras envolvía mis manos en su cuello y él en mi cintura. Cogió mis piernas para sentarme en el escritorio. Me estremecí cuando noté la superficie fría contra mi piel, pero no iba a tardar en calentar más mi cuerpo con semejante hombre. Me quitó la ropa interior de golpe. No me sorprendió su rudeza, y si debía ser sincera me había gustado. Lo que sí me dejó boquiabierta fue la forma en la que se arrodilló ante mí, abriendo mis piernas y dejándome completamente expuesta. Me miraba desde el suelo, con una chispa de deseo centelleando en su mirada. Sin avisarme, introdujo su boca en mi intimidad, haciendo que echase la cabeza hacia atrás y soltara unos cuantos gemidos. Agarré su pelo mientras movía mis piernas sin control alguno. Me temblaba todo el cuerpo. Cuando se levantó yo aún seguía con la respiración agitada y ni siquiera me había dado cuenta del momento en el que Leone se quedó completamente desnudo.

—Te necesito, Emma. —Dijo a modo de súplica.

—¿Leone Caruso está suplicando? —Pregunté divertida. Él frunció el ceño, poniendo ambas manos a los lados de mis caderas. Me acorraló contra la mesa y tuve que admitir que me dio cierto temor. Leone era un hombre corpulento, tenía cara de... asesino. Sí, asesino. Y en cierta parte lo era.

—Leone Caruso es capaz de hacer cualquier cosa, amore (amor). Y lo dice totalmente en serio.

Agarró mis piernas para tumbarme en la mesa e introducirse rápidamente dentro de mí. Solté un aullido de placer provocado que Leone empezara a moverse más rápido. Mis gemidos eran completamente audibles y no me extrañaría que alguno de los inquilinos nos escuchara. Se inclinó hacia delante quedando su cara a centímetros de la mía, sin dejar de moverse en ningún momento. Agarre su espalda y arañé todo lo que pude. Leone era una bestia, y me lo estaba demostrando.

LEONE CARUSO ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ