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EMMA

Mis ojos se abrieron por la luz intensa de unos fluorescentes que estaban sobre mi cabeza. Me di cuenta segundos más tarde de que no estaba en mi habitación, ni en mi casa, sino en la habitación de un hospital. Me recompuse para poder sentarme. No había nadie más que yo ahí dentro. Había medicinas, un vaso de agua y una carpeta con bastantes papeles. En esa carpeta ponía mi nombre, por lo que no me pareció incorrecto cogerla. Me hice daño al estirar el brazo, no le había dado cuenta hasta ese momento de que una vía atravesaba mi brazo para mandarme líquido desde una bolsa. Abrí la carpeta con cuidado y vi que era mi expediente médico. Mi foto, mi nombre, ponía que tenía buen estado de salud...

"Diagnóstico médico: Emma Sorrentino, 24 años, salud estable, mareo a causa de una bajada de tensión. Dos meses de embarazo."

Dos meses de embarazo... ¿¡Dos meses de embarazo!? Así que nuestras sospechas eran ciertas... ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a contarle a mis padres? Peor aún, ¿cómo reaccionaría Leone? ¿Se enfadaría? ¿Se iría, me abandonaría? ¿Querría al niño? Un millón de preguntas sin respuesta en mi mente hicieron que la máquina que estaba a mi lado comenzase a pitar como si no hubiera un mañana. Me puse aún más nerviosa por ese sonido y de pronto escuché el estruendo de la puerta abrirse de repente. Un médico, dos enfermeras, y la voz de Leone por el pasillo suplicando entrar.

—Señorita Sorrentino, debe calmarse. —Dijo una de las enfermeras.

—Está entrando en estado de shock. —Dijo el médico de bata blanca y pelo canoso. ¿Yo? ¿En estado de shock?

De repente, la figura de mi prometido se hizo presente. Vino hasta mí, apartando a todos los presentes sin importarle lo más mínimo. Acunó mis mejillas con sus manos y con suma delicadeza, mirándome con tanto amor que parecía imposible que fuera él. El doctor se fue, sin saber a dónde, dejándonos con las enfermeras.

—Tranquila, amore (amor). Estoy aquí.

Mi respiración agitada se fue calmando poco a poco. Leone acariciaba mi rostro con sus manos, tranquilizándome con sus palabras y sus caricias. Una de las enfermeras le miraba con deseo, era notable su atracción por él. Pero Leone sólo tenía ojos para mí. Debía reconocer que era un poco insegura, mis ex no me jugaron buenas pasadas, pero ahora... Iba a ser madre. Iba a casarme con Leone. Íbamos a formar una familia. Juntos.

—Señor, debería descansar. —Dijo entonces una de las enfermeras. Mi cara se transformó completamente, igual que la de Leone. Éste se giró hacia ellas sin dejar de acariciar mi rostro con una mano. Asesiné con la mirada a la que no apartaba los ojos de él, ya que tenía una sonrisa traviesa en la cara.

—Carol... —Advirtió la otra a su compañera.

—Estoy bien aquí, grazie (gracias). Pueden retirarse.

Leone volvió a fijarse en mí, pero yo no apartaba la mirada de odio que le estaba dirigiendo a la otra mujer. Mi prometido se dio cuenta, por lo que repitió la orden y ella aún no se movía de allí. La otra enfermera tiraba de su brazo, pero ella se zafó de su agarre con fuerza. La otra chica se disculpó, yéndose de allí, disculpándose de nuevo con la mirada que me dirigía. Asentí con la cabeza, al menos una de ellas tenía cordura. La otra aún seguía en la habitación.

—Puedo acompañarle a un café mientras el doctor da de alta a su hermana, si lo desea.

Los ojos de Leone aún estaban clavados en los míos. Mi ceño se fruncía por momentos, esta chica empezaba a cabrearme. Leone se giró de nuevo hacia ella, acercándose peligrosamente. Esta no se movió intimidada, es más, disfrutaba con cada paso que mi prometido daba hacia ella. De un momento a otro, Leone sacó la pistola de su pantalón y apuntó a la frente de la enfermera. Sonreí con malicia, empezaba a acostumbrarme a este tipo de arrebatos. Debía decir que ese me había gustado.

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora