71 (FINAL)

2.1K 98 5
                                    

EMMA

Llevábamos quince minutos de trayecto. Faltaban otros treinta o cuarenta, por lo menos llegaríamos a tiempo a la cena de la fiesta, al baile y por ende a la subasta ilegal. Lo único que hacía en el coche era morderme las uñas que me habían arreglado el día anterior. Por mi cabeza pasaban mil y una ideas que podían o no llegar a ser, situaciones que esperaba que no se dieran. Ver a mi madre subastada era uno de mis miedos más profundos. Si algún enfermo de esos llegaba a comprarla no respondería, actuaría. Le rajaría la garganta. Como alguien tocase a mi madre...

—¿Puedes relajarte?

La voz de Gianni hizo eco en mi cabeza, haciendo que saliera de mis pensamientos. Conducía relajado. ¿Por qué estaba todo el mundo tan tranquilo?

—Porque lo tenemos todo planeado. Rara vez se nos tuerce algo cuando Leone quiere un objetivo claro. —¿Cómo sabía que...?—. Hablas en voz alta, Emma.

Me recosté contra el asiento del copiloto, frustrada y hecha un manojo de nervios. Miraba todo el rato hacia el retrovisor, pendiente de que Leone no nos perdiera de vista. De pronto, Gianni empezó a hablar solo, afirmando y llamando pesado a dios sabe quién. Giré la cabeza hacia él, que conducía con suma tranquilidad, y, en cuanto me despisté un momento, Leone no estaba detrás nuestro. De todos los Jeep que venían sólo había uno escoltándonos. Mi vista se fijó en mi derecha, observando cómo había cogido el desvío. Miré de nuevo a Gianni un tanto asustada, pero no me dejó si quiera hablar. Me tendió una especie de garbanzo mientras manejaba el volante con la otra mano.

—Póntelo en el oído. —Dijo. Le hice caso, introduciéndolo con temor—. Tranquila, no se te va a quedar dentro para siempre. No lo metas mucho.

Le hice caso. Empecé a escuchar la voz de Leone, que me llamaba para ver si le oía. Gianni me dijo que podía hablar, que el pinganillo tenía un micrófono. Eso también me lo dijo Leone antes de partir.

Ciao (Hola). —Dije un tanto insegura.

Ciao, amore (Hola, amor). —Respondió Leone. Sonreí ante el apodo que se había acostumbrado a llamarme.

—¿Dónde estáis? No nos seguís.

—Lo sabemos. —Dijo Leone—. Iremos directamente a la empresa por la que nos haremos pasar en la mansión.

—Tened cuidado, per favore (por favor).

—Lo tendremos, te lo prometo. Cambio y corto.

El trayecto fue más rápido de lo que esperaba. En un abrir y cerrar de ojos estábamos frente a la inmensa mansión Vólkov. Tragué saliva desde el asiento del copiloto. Gianni ya se había puesto su máscara y yo aún seguía con la mirada fija en la entrada. Centenares de personas iban y venían con sus vestidos y trajes, algunos elegantes y sofisticados, otros extravagantes y de lo más llamativos. Sabía perfectamente el papel que debía interpretar ahí dentro: el de Rina Petrova.

—Sal.

No me di cuenta hasta cinco minutos después de que Gianni estaba de pie, junto al coche y con mi puerta abierta. Esperando a que saliera del coche de una vez. Estaba petrificada, asustada. Sí, asustada. Mis padres estaban ahí dentro, como rehenes, vivos o muertos. Ellos eran lo único que me quedaba. No podía verlos morir.

—Emma... —Susurró Gianni para que solo yo lo escuchara. Le miré a través de mi máscara. Estaba realmente guapo. Cogí su mano y salí del coche. Envolví mi brazo alrededor de su bíceps mientras dejábamos el deportivo aparcado entre la multitud de automóviles que había allí—. Tranquila. Todo saldrá bien. Recuerda que somos Viktor y Rina. Los Petrov.

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora