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EMMA

¿Sabéis ese apodo que ponen los humanos a otros humanos cuando no paran de tener sexo? Animales, bestias, salvajes. Mi pregunta para ellos es: ¿y qué?

Leone y yo pasamos toda la noche haciendo el amor, teniendo sexo, una, y otra, y otra, y otra vez. Hasta que nos quedamos secos y exhaustos sin poder movernos. O más bien sin poder moverme. Leone era de otro planeta y podía caminar aún después de tantas horas de sexo desenfrenado y pasional. Todo junto, sí. Hubo amor, hubo pasión, hubo lujuria y deseo, y también orgullo del uno hacia el otro.

Me desperté de repente por un sueño que estaba teniendo, uno húmedo. Parecía que no había tenido suficiente en la realidad que ahora quería tener más sexo con mi prometido en mi mente. No me di cuenta de que en realidad no era un sueño, hasta que vi a Leone entre mis piernas. Al parecer, su lengua estaba dándome los buenos días.

Buongiorno (Buenos días), amore (amor). —Dijo. Su aliento chocaba contra mi feminidad y mi estómago se revolvió de placer.

Buon...giorno (Buenos días). —Dije con la voz y la respiración entrecortada—. ¿A qué se debe... esto de buena ma... mañana...?

Mis gemidos empezaban a ser audibles. Aún con mi intimidad inflamada de tanta acción anoche, seguía queriendo más y más. Igual que mi prometido. Leone parecía insaciable, adicto al sexo. Iba a terminar pegándome el placer tan inmenso y constante que tenía siempre. Tampoco me importaba, la verdad. Leone subió hacia mis pechos y posteriormente a mi boca. Su lengua danzó con la mía a un ritmo acompasado. La noche fue mágica, con él todo era magia. Me separé de él, muy a mi pesar.

—Tenemos que irnos. —Dije en un susurro. Él asintió, pero aún no se movía de dónde estaba—. ¿No tenías que hablar con Salva pronto? Son las... ¿¡doce!? ¿¡Por qué no me has despertado!?

Leone se quitó de encima, con una sonrisa y una mueca de dolor. Seguramente le dolería la cabeza por la resaca de anoche. Es cierto, no os lo dije. Cuando Leone y yo salimos del club no bebimos ni dos copas, pero cuando llegamos a casa casi arrasamos con el mini bar de la casa, el cual estaba en el salón. Nos fuimos bebiendo botella por botella y prácticamente dejamos cinco o seis de las diez que había, aproximadamente. Yo me tuve que apoyar en la pared para aguantar el mareo y el dolor de cabeza que tenía. Además, tenía unas ganas de vomitar terribles. Seguro que ha sido por mezclar tanto alcohol.

Después de darme una ducha y relajarme, las ganas de vomitar desaparecieron por arte de magia. Mi estómago rugió, pidiendo comida, así que salí de la ducha y me dirigí a Leone con una toalla enrollada en mi cuerpo. Le vi completamente vestido, con un vaquero azul y una camisa blanca. Los tres primeros botones estaban desabrochados, dejando a la vista su trabajado pecho. No iba a mentir, se me hizo la boca agua al ver lo bueno que estaba.

—¿Te gusta lo que ves?

—Sí. —Dije sin pelos en la lengua. Le di un beso y quité la toalla de mi cuerpo para tirarla sobre la cama e ir a por mi ropa. Escuché un carraspeo por parte de mi prometido a mis espaldas. Puse mi mejor cara angelical y me di la vuelta—. ¿Te gusta lo que ves?

—¿Qué crees que pasaría si te tiro a la cama ahora mismo para volver a lo que habíamos empezado hace un rato?

Me quedé pensativa durante unos segundos, mirando al techo y tocando mi barbilla. Él avanzó hasta tenerme entre sus brazos. Pasé mis manos alrededor de su nuca y acaricié esa parte que sabía que le gustaba.

—Que tu tío nos mata si nos ve follando en vez de ir a ver las iglesias.

Rió mientras se acercaba para darme un beso y sobarme el culo. Le parte antes de que esto pasara al siguiente nivel. Me di prisa en vestirme mientras Leone andaba con su teléfono móvil, mandando mensajes y hablando con quien fuera. Os preguntaréis si alguna vez pensé que tenía una amante o algo así, y la verdad es que sí. Antes y quizá un poco después de que me enterase de su secuestro pensé que me habría puesto los cuernos. Aunque no sabría con certeza si eso contaría como infidelidad, no éramos novios pero sí prometidos. Aún así sabía que no debía preocuparme, él me eligió por una sola razón. Y yo acepté por la misma razón que él. Nos amábamos, y era lo único que importaba.

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora