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EMMA

Salí tan pronto del agua como me fue posible. No podía tener esta carga encima con Leone delante. Me era imposible concentrarme así. Tenía que buscar una solución lo más rápido posible, pero... ¿cómo? Salvatore no era una opción viable, después de todo era el mejor amigo de Leone y se lo terminaría contando. Alessandro está en mi casa y ni siquiera tengo la suficiente confianza con él como para pedirle ayuda.

Subí las escaleras con mi ropa y mi teléfono entre las manos. De reojo vi como Leone aún seguía con el ceño fruncido, la mano sobre su barbilla y la mirada perdida en el agua. Cuando llegué arriba, cerré la puerta pulsando el botón y que así no me viera. No se merecía que le estuviera haciendo esto. No merecía que le mintiera de esta forma, pero era necesario para poder proteger a mi familia. También quería protegerlo a él. Leone estaba en peligro, al igual que yo. Pero ahora estábamos en el punto de mira, y si me habían escogido a mí y a mi familia era por algo. Ya en la habitación de Leone, me cambié de ropa y me puse unos leggins de cuero junto con una blusa blanca. Llevaba una cazadora de cuero y unas botas militares del mismo color. Aquí en Italia estaba nublado y corría bastante aire aunque fuera verano, por lo que me decidí por un conjunto más abrigado de lo normal en estas fechas. Cogí unas almohadas del armario y las puse bajo las sábanas, con la ropa del viaje girada por el suelo para no levantar sospechas. Sí, era un truco muy viejo, pero no tenía otra opción.

Me quité todas los collares, anillos, pendientes y todo aquel objeto de valor que llevase, incluido el anillo de compromiso. Era mejor que no se supiera a dónde iba. Antes de dirigirme a la puerta, abrí un armario y cogí una de las pistolas que Leone había traído en caso de emergencia. Salí como alma que llevaba el diablo y conseguí huir de casa sin que ninguno de los familiares de Leone me viera. Me dirigí a la puerta y atravesé el umbral. Fui corriendo por el patio principal hasta que una voz me detuvo. Cazzo (mierda).

—¿A dónde vas?

Me giré lentamente para ver a la persona que me había hablado. Pensé que nadie me había visto, pero estaba muy equivocada.

—Voy a dar una vuelta, Lorenzo. Necesito despejarme un rato.

El chico no dijo nada más y me abrió las verjas con una sonrisa. Se dio cuenta de cómo miraba hacia la habitación de Leone con miedo. Sabía que escondía algo, pero no insistió más en el tema. Le di las gracias y me encaminé calle abajo, pasando por delante de todo el barrio. Mientras caminaba rezaba porque Leone no hubiera levantado las sábanas y hubiera visto que no estaba, pero ya no había vuelta atrás. Había aceptado ese encuentro. Cuando ya estaba lejos del barrio, llamé a un taxi y le di la dirección que indicaba mi teléfono.

—A la Via Felice Cavallotti, per favore (por favor).

El taxista asintió mientras arrancaba y ponía el taxímetro. No llevaba dinero en efectivo, se me olvidó coger la cartera de lo rápido que salí de la casa de Leone. Esperaba poder pagar con tarjeta a través del móvil. Lo más importante, esperaba tener dinero en la tarjeta...

—¿Por qué quiere ir ahí, señorita?

Apreciaba que no me hubiera reconocido como tal. Después de todo salí en una revista con Leone, aunque no sé si en Italia también se publicó la noticia.

—Temas personales. —Respondí fríamente.

Según miraba el taxímetro había más y más dinero. Miles y miles de escenarios y posibilidades se reprodujeron en mi cabeza. Desde la muerte hasta la cárcel, pasando por la tradición hacia Leone e incluso mi separación con él. Esto no era propio de mí, no era normal, pero tenía mis motivos. Que me llegase un mensaje amenazándome de muerte no era lo más normal que había pasado. Tenía miedo, y lo tenía de verdad. Sé que le dije a Leone que no tenía miedo a morir, pero era mentira.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now