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EMMA

"Soy Leone Caruso. El Don de la Sacra Corona Unita, el hombre más poderoso de la mafia italiana de Apulia."

Mis piernas no respondían, ni boca se secó al instante y mis ojos se abrieron como dos platos. No podía creerlo, ¿un mafioso? ¿Caruso, un jodido mafioso? Tiene que ser una broma.

—¿Tienes miedo?

Lo tenía. Por supuesto que lo tenía. Sabía que no me iba a hacer daño, aunque no lo tenía del todo claro. Casi nos besamos, tres veces. No creo que quiera hacerme daño. Me acerqué a él y le acaricié la mejilla.

—Prométeme que me lo contarás todo.

—Te lo prometo, pero ahora debemos irnos.

Me cogió de la mano y me llevó hasta la puerta. Estaba abierta y los disparos no cesaban. Era raro que no hubiese subido nadie a matarnos. Salimos corriendo de la habitación sin mirar atrás, dejando dentro aún a un Alek herido. Cuando llegamos al ascensor, se abrió directamente. Un disparo hizo que gritase y me agachase al suelo, en busca de protección.

—¡Tráemela, Caruso! ¡Ahora!

—¡Y una mierda!

Leone me agarró y yo grité de miedo. Me tiré al suelo en el ascensor y miré la escena antes de que las puertas se cerrasen. Ambos se disparaban mutuamente, pero no se daban en ningún momento. Era increíble como las balas no llegaban a ninguno de ellos, hasta que Leone consiguió herir de nuevo a Alek. Y Alek, por desgracia le dio a Leone en el abdomen. Cayó al suelo y rápidamente le di al botón que cerraba las puertas completamente.

—Leone... —Dije con lágrimas en los ojos. Él comenzaba a cerrarlos y no sabía que hacer—. Per favore, per favore no cierres los ojos per favore... —Vi su teléfono y con su dedo conseguí desbloquearlo. Vi el nombre de Salvatore en sus contactos—. Aguanta, voy a llamar a Salvatore.

—No... no le llames.

—Estás herido, Leone. —Se levantó y se apoyó en la pared, pero se escurrió y volvió a caerse al suelo haciendo una mueca de dolor. Estaba gravemente herido y no quería darse cuenta—. Hazme caso, per favore.

No dijo nada más y supe que debía llamar a Salvatore. Pulsé el botón y me puse el teléfono en la oreja. Comunicaba y comunicaba, y nadie contestaba. Saltó el contestador, así que llamé de nuevo.

—Joder... —Dije poniendo mi mano en mi frente. Unos golpes en las puertas empezaron a escucharse. Pulsé el botón que bloqueaba las puertas para que nadie, y menos Alek, pudiera abrirlas.

—¡Eres una zorra, Emma! —Gritó Alek desde fuera.

—¡Cállate! —Gritó Leone, fuera de sí. Quiso levantarse pero le detuve. Le desabroché la camisa sin importarme lo que pensara y vi su herida. Era profunda y había que sacar la bala pronto.

—No te muevas. —Le dije—. Él no puede entrar. Per favore, si te mueves será peor.

Me miró, esta vez no estaba enfadado. Estaba confundido, lo veía. He de decir que yo también lo estaba. No sabía que sentía en ese momento, pero los ojos de Leone me transmitían más sentimientos de los que yo podía llegar ya contar dentro de mí. Empecé a acercarme a él, los puños de Alek seguían sonando fuera, pero no me importaba. Y a él tampoco. Cogió mi cara con su mano y terminó juntando nuestros labios. No era un beso dulce, ni muchísimo menos, era un beso de necesidad. Sus manos volaron a mis caderas y me cogió con sus grandes brazos, colocándome encima de él. Le rodeé el cuello con las manos, atrayéndolo más hacia mí y pegando más mi cuerpo al suyo.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now