16

4.2K 284 41
                                    

EMMA

Salva y yo subimos al coche en el que vinimos anteriormente con Leone. Me senté en el asiento delantero después de discutir con la mano derecha de mi prometido durante un buen rato, pero terminé ganando. El cielo estaba ya un poco más claro que antes, estaba claro que amanecía. Tenía miedo por Leone. ¿Y si en el avión ocurría algo? ¿Y si se estrellaban? ¿Y si lo saboteaban?

—Tranquila.

Una voz se hizo presente en el silencio del coche. Me giré para mirar al conductor. Salva conducía tranquilo, era increíble la capacidad que tenía para mantenerse en calma.

—No puedo estarlo, Salva...

—Lo sé, pero debes intentarlo. Por él y por ti.

Al referirse a Leone directamente y no de "usted", me apresuré a preguntar.

—¿Qué relación tienes exactamente con Leone?

—Soy su mejor amigo desde hace mucho tiempo. Le conozco lo suficiente como para saber que vendrá de una pieza. Incluso sin un rasguño.

—Alek consiguió herirle en aquel ascensor...

—Estaba solo.

—No. Yo estaba con él. —En ese momento el coche se paró en un semáforo. Me miró con una ceja alzada con la típica expresión de: "¿en serio?" Me giré enfadada a mirar otra vez a través de la ventana. El silencio volvió a envolvernos, hasta que una idea vino a mi mente. Llegamos a mi casa. Salva fue a abrir su puerta para abrir la mía, pero le agarré de la muñeca—. Enséñame.

Me miró confuso, y un tanto aterrorizado. ¿Qué narices le pasaba?

—¿A qué?

—A defenderme. Disparar. Si voy a ser la esposa de un mafioso, debo saber defenderme también. No quiero vivir siempre bajo la protección de Leone.

—No puedo hacer eso, Emma.

—Sí puedes. ¿Qué te lo impide?

—Quién, mejor dicho. ¿Sabes lo que pasaría si Leone se entera de que te entreno?

—No. No lo sé, pero me lo puedo imaginar. ¿Qué pasa? ¿No puedo protegerme a mí misma?

—No vas a portar un arma, Emma. Nunca.

—Y tú no eres quien para decirme qué hacer o no.

—Ahora mismo sí. Te recuerdo que estoy aquí para protegerte, y si te digo que no vayas a algún lado, no irás. Si te digo que no toques algo, no lo tocarás. Y si te digo que no te entrenaré para ponerte en más peligro del que estás, no lo haré. Así que permíteme que te diga que no. Lo siento, pero no.

—No va a pasar nada, Salva. —Sacudió la cabeza resignado.

—No conoces a Leone. —Dijo—. Es impredecible, es una máquina de matar. Sus órdenes son inquebrantables, y mucho menos sus normas. Todo el mundo conoce las normas del Don. Es el hombre más temido de Italia, Emma. Y créeme cuando te digo que lo último que quiere es verte armada. No vuelvas a pedirme una cosa así. —Me quedé atónita. ¿Normas? ¿Leone tenía unas normas?

—¿Cuáles son las normas?

—Ya te las dirá. No soy quien para contarte eso.

Per favore...

Suspiró derrotado.

—Lo pensaré. —Dijo finalmente. No me terminó de convencer pero no fue un "no" rotundo.

Salió del coche y dio la vuelta para abrirme la puerta, no sin antes cerciorarse de que no había peligro alrededor. En cuanto puse un pie fuera, un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Me quedé clavada en el suelo.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now