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EMMA

El fin de semana pasó rápido, al igual que las semanas. Leone y yo volvimos a Nueva York para volver a mi casa. O más bien, a la casa de mis padres. Sí, me atrevía a decir que esa era la casa de mis padres. Les vi mejor que nunca. Siempre les vi bien, aunque no como en ese momento. Por otro lado, mi hermano estaba de lo más raro. Mi madre me había contado que había empezado a recaer de nuevo. Había intentado hablar con él de todas las formas posibles, pero Leo seguía consumiendo lo poco que podía a escondidas. Sabía que yo también debía a hablar con él, pero todo a su debido tiempo. Además, el ambiente en casa se siente pesado, extraño, como si hubiera algo que los demás sabían y yo no. Aún así, lo dejé pasar. Quería ver feliz a mi familia, unida de nuevo.

Leone y yo decidimos casarnos dentro de un mes y medio. Agosto sería la fecha ideal para celebrar una boda íntima, con nuestra familia más cercana y alguno de nuestros amigos. Siendo sinceros, sí, yo quería una boda por todo lo alto. Siempre lo quise, siempre lo imaginé así, desde niña. Pero me he dado cuenta de que los lujos, la extravagancia y la grandeza se quedan cortos al ver a la persona que más quieres a tu lado. Da igual como se celebre, la idea es estar con tu pareja lo máximo posible. Eso es lo que quería hacer, disfrutar con él. Ser feliz.

En cuanto a mis amigos... Si dijera que la muerte de Sophia no me dolía, estaría mintiendo. Sí, dolía. Me ponía triste y empezaba a recordar todos los buenos momentos que vivimos juntas, ambas con nuestras madres, las cuatro yendo de viaje... Fuimos amigas desde que nacimos, fuimos prácticamente hermanas y nunca nos habíamos separado. Aún así, supongo que todo tiene un fin. Me gustaría saber quien la mató, me gustaría saber quién tuvo la mente tan retorcida de haber preparado ese asesinato. Debía estar preparado, ¿no? No creo que nadie tenga la capacidad de matar a alguien así sin siquiera haberlo pensado anteriormente y con detenimiento. Eso es lo que yo pienso, pero todo en esta vida puede ser posible.

En otra banda están Arianna y Logan. Del segundo sé lo suficiente como para afirmar que trabaja sin parar. Siempre que le llamo o me llama está en la oficina. Mañana pensaba levantarme pronto para ir a mi turno y pasarme por su despacho. Era otra de las personas con las que debía hablar detenidamente. Era mi amigo y sabía el motivo por el cual trabajaba tanto. Y ese motivo tenía nombre y apellido: Arianna Martini.

Desde el día de la discoteca no volví a saber nada de ella, ni tampoco de su madre. No me dio tiempo a preguntar por la tarde a mi madre sobre ella. Al parecer, Cloe también ha estado muy ocupada resolviendo unos temas de su empresa de aprendizaje de cocina con su hija y no podía pasarse a ver a mi madre en ningún momento. Sinceramente, lo veía sospechoso. Ella siempre venía a verla y mi madre se pasó por allí para ver cómo iban esos temas. Cloe la dijo que estaban reformando el interior, por lo que a mi madre se la ocurrió pasarse por allí para hacer una visita. Cloe no estaba en el momento en el que mamma (mamá) fue a verlo, y, cuando pregunto a uno de los responsables, que se había cargo en ausencia de la jefa, le dijo que no sabía nada de ninguna reforma. Mi madre era muy cariñosa y apegada a la gente que la trata como tal, da mucho más de lo que recibe y si es cierto lo que Leone me ha contado de Cloe, empiezo a pensar que va a ser muy mala influencia para mi madre. También sé que mi madre es la mujer más inteligente del planeta y no se dejará ningunear por una persona como Cloe.

Hacía ya dos semanas que Leone y yo hicimos el viaje con su familia. Nos encontrábamos tumbados en mi cama. Era bastante pequeña y teníamos que dormir pegados el uno al otro. Me estaba acariciando el pelo y el brazo. Empezaba a quedarme dormida cuando escuché como depositaba un beso en mi cuello. Después otro, y otro, obligándome a darme la vuelta para ver su sonrisa traviesa en el rostro. Eran las doce de la noche y, no sabía por qué, pero estaba muy cansada. Mis ojos se cerraban de nuevo gracias a las caricias en mi brazo de Leone, pero la erección que notaba en la parte baja de mi abdomen era tan evidente que no me dejaba concentrarme. Tenía a un dios italiano en frente de mis narices, sin camiseta y con unos simples pantalones de chándal cortos , y mi único pensamiento en ese momento era dormir.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now