31

2.9K 187 4
                                    

LEONE

Estaba bastante nervioso. La mano de Emma apretaba la mía transmitiéndome una calma inigualable. Sus ojos reflejaban confianza, tranquilidad. Sonreí para agradecérselo. En realidad por haber estado siempre, aún sabiendo lo que soy, lo que conlleva estar conmigo, lo que ha vivido...

—No te voy a soltar, ¿vale? —Dijo con seguridad. Di un casto beso en sus labios, ambos sonreíamos. Miré sus ojos y di un beso en su frente, dándole a entender mi agradecimiento.

Entramos en el salón. Emma y yo estábamos desaliñados porque nos acabamos de levantar. De todas formas, tampoco me importaba mucho. Cuando entramos, Samara se levantó para venir a presentarme. Cloe me miraba con una sonrisa mientras se levantaba lentamente del sofá.

—Cloe, este es el prometido de mi hija. El gran y guapísimo Leone Caruso. —Dijo la madre de mi novia. Apreté la mandíbula y la mano de Emma mientras respiraba pesadamente. Intente no fruncir el ceño, no sé si lo conseguí. Estaba únicamente centrado en la mujer que tenía delante, en mi antigua suegra.

Extendí la mano que tenía libre para estrechársela. No pensaba soltar la de mi prometida.

—Encantado, Cloe. —Ella cogió mi mano y la apretó bastante, pero no conseguiría hacerme daño. Tenía unas manos bastante delgadas. Se notaba toda la dieta que hacía, me lo contó Adriana.

—Tan encantador como pensaba. —Dijo. Ella también hacía como que no me conocía—. Emma debe tener mucha suerte por haberle  conocido.

—La tiene. —Respondí.

Asintió con la cabeza. Pensé que podíamos dejar ya la conversación después de las presentaciones, pero la mujer siguió hablando.

—No sé por qué, pero me suena usted de algo señor Caruso.

—¿Yo? —Era lista, una mujer muy astuta.

—Sí. No sé por qué. Creo que un novio de una de mis hijas se parecía mucho a ti. —Dijo con una sonrisa maliciosa pero con una máscara inocente.

—¿Una de tus hijas? —Preguntó Samara desconcertada.

—Sí. Yo tenía dos hijas, querida. La mayor falleció hace varios años. —Dijo mirándome fijamente. Incluso Leonardo levantó la mirada del móvil cuando Cloe habló de Adriana.

Va bene... Ha sido un placer conocerla, pero Emma y yo debemos irnos.

—¡Sí! Id a por las maletas. —Asentimos y nos dirigimos a las escaleras, pero una voz nos detuvo.

—¿Os vais de viaje? —Preguntó Cloe. Me giré para mirarla de nuevo.

—Se van a ver a la familia de Leone antes de la boda, ¿verdad cariño? —No sé si se dirigió a su hija o a mí, pero ambos asentimos forzadamente. Cloe alzó las cejas con una sonrisa. Cazzo (mierda).

—Así que a su familia, señor Caruso...

Asentí de nuevo.

—Si nos disculpáis, vamos a ir a hacer las maletas. —Dijo Emma. Me salvó de ese pequeño apuro.

—Claro. —Dijo la mujer sonriendo y mordiendo su labio.

Subimos las escaleras rápidamente y nos metimos en la habitación de Emma. Me apoyé contra la puerta en cuanto la cerré a mis espaldas. Joder... esa mujer iba a hacer algo mientras nosotros estábamos en Italia. Iba a decir cualquier mierda a mis tíos para que me odiasen. Ya lo hizo una vez, pero no lo consiguió.

—Leone... —Vi a mi chica delante de mí. Posó sus manos sobre mi pecho. De algún modo me tranquilizaba—. Tranquilo, ¿vale?

—Va a hablar con mis tíos. Seguro que algún día de los que estemos allí irá a verlos para intentar convencerlos de que yo maté a su hija una vez más.

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora