29

3.1K 222 15
                                    

LEONE

La pregunta salió de mi boca sin que mi cerebro la hubiera procesado. Tenía dudas, lo notaba. Por eso lo hice. No quería exponerla a estos peligros, había estado en el hospital dos veces por mi culpa. Me apoyé en el lavabo con los brazos cruzados mientras frotaba mi frente. Lo único que quería era hacerla feliz, era el amor de mi vida. Pero no quería que se repitiera la historia.

Notó mi estado de ánimo, poniéndose delante de mí. La miré a los ojos, conectados. Estaba preciosa. Tenía un vestido negro de verano con una abertura en la pierna que dejaba bastante a la vista, pero no me importaba. Nunca me importó lo que llevara una mujer, al contrario. Me gustaba que presumiera su cuerpo si se sentía cómoda con él. Si fuera al contrario, la ayudaría a eliminar esas inseguridades. Y yo sabía que Emma las tenía.

—¿No te gusta el vestido? —Dijo poniendo sus manos en mis hombros. Puse las mías en sus caderas automáticamente.

Negué con la cabeza.

—Al contrario. Me encanta.

—¿Y por qué estás así? —Preguntó preocupada.

Solté un suspiro, cerrando los ojos y echando mi cabeza hacia atrás. No sabía qué hacer. Sinceramente yo también empezaba a dudar de este compromiso. No por el amor que sienta hacia Emma, que es inmenso, sino por su seguridad. Principalmente por su vida. Un silencio incómodo nos inundó. Necesitaba pensar. No podía estar así delante de mi prometida si estaba dudando sobre la boda, no era sano para ella. Lo que provocaría sería una discusión o incluso la anulación total. Debía irme de aquí.

—Debo irme. Me están esperando.

Los ojos de Emma se abrieron como platos, sus cejas se arquearon y una expresión de decepción adornó su rostro. Abandoné mis manos de su cadera y salí del baño, tocándome la cara con ambas manos y frotándola desesperadamente. Emma se había quitado los tacones, notaba como me seguía por detrás. La sala estaba prácticamente a oscuras, únicamente iluminada por la luz de la luna que atravesaba el ventanal del salón. Mi novia se había quedado apoyada en la pared, mirando el reflejo de la luna en el suelo de madera. Su expresión me lo dijo todo.

—Emma, per favore... No estés así...

—¿Y cómo quieres que esté? —Preguntó acercándose a mí. Ahora la veía más enfadada que triste. Joder...—. Vienes a por mí a la discoteca después de semanas sin verte. Pegas una paliza a ese tal Carlo, me curas la herida y ahora quieres irte de aquí tan pronto como has entrado sin saber lo que te ocurre. ¿No serás tú el que quiere anular el compromiso?

Me quedé callado. Me dejó sin palabras y su pregunta me pilló desprevenido. Yo quería casarme con ella, joder. Pero lo que no quería era que la mataran por mi culpa.

—Yo... —Esperó mi respuesta, pero no pude darle ninguna. Me había quedado en blanco.

—Lo suponía. —Vino hacia mí, quitándose el anillo del dedo. Me lo tendió con dos dedos para que lo cogiera con mi mano. Me quedé pálido.

—Póntelo. —Dije firme. De un momento a otro me empezaría a temblar la voz. Ella negó con la cabeza—. Emma, joder... Entiéndeme. Casi te matan por mi culpa, Carlo va a por ti ahora... No quiero que te ocurra nada malo.

—Entonces abandóname como lo hizo mi padre. Vete a Italia y así me dejarán en paz.

—No lo harán, joder...

—Cógelo. —Dijo, su voz ya estaba temblando y sus ojos estaban llorosos.

—Emma... Póntelo, per favore... (por favor)

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora