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LEONE

32 horas antes de la subasta. (16:00 p.m.)

Dicen que vida solo hay una, que hay que vivirla al máximo, al cien por cien. Dicen que hagas todo aquello que quieras cumplir antes de morir: declarar tu amor a una persona, saltar en paracaídas, hacer barranquismo o escalada, formar una familia...

La vida está para vivirla, no para lamentarse. No seré el más indicado para decir eso, es verdad. Cuando murió Adrianna me culpé día y noche por lo que pasó. Su mirada me acompañaba en todas mis pesadillas, la pérdida de sangre de su cuerpo se me quedó tatuada en la piel. La vi morir frente a mis ojos y yo, en vez de querer matar al hijo de puta del ruso, sucumbí a la oscuridad, a la desolación y al vacío. Desaparecí del mapa cuando ocurrió, lo menos que quería eran más problemas con la ley cuando ya tenía que lidiar con el luto de mi difunta esposa. Después de todo eso me prometí a mí mismo que me tomaría las cosas con calma, que encontraría a esa niña de ojos verdes que me enamoró desde el momento en que la vi. Desistí de ella cuando me casé con Adrianna, aunque seguí estando en contacto con su padre. Y entonces la encontré, prometiéndome a mí mismo que la protegería con mi vida, incluso dando la mía a cambio de la suya y hacía falta.

¿Pero qué es lo que hacíamos nosotros? Idear un plan de rescate para sus padres. Rafaello siempre fue como un padre para mí, y tenía claro que iba a sacarlo de allí. Las posibilidades de sobrevivir en la mansión Volkov cuando todos nos quitásemos las máscaras eran muy bajas. El ruso que más odiaba en esta vida nos vería las caras y sabía que era total y absolutamente capaz de matarnos a todos.

—¿Lo tenemos todo claro? —Pregunté a los hombres que estaban en mi oficina. Ellos asintieron—. Salva, llama a la empresa de iluminación. En lo que tú hablas con ellos, Gianni y yo ajustaremos horarios.

Las cosas estaban muy tensas. Salvatore hablaba en ruso con la empresa mientras nosotros planeábamos los momentos exactos en los que ocurriría cada cosa. Debía salir perfecto, no debíamos conformarnos con un "casi" perfecto. Estaba claro que habría cosas que no saldrían como nosotros queríamos, pero era necesario tenerlo todo medido al milímetro. Es más, ni siquiera teníamos un plan B. La discusión que tuve con Emma se me vino a la cabeza y tuve que relajarme un momento para poder continuar. Cuando apoyé la cabeza en el respaldo de la silla, Gianni me miró preocupado.

¿Tutto bene? (¿Todo bien?) —Negué con la cabeza—. ¿Qué ocurre?

—Emma tenía razón. —Dije con los ojos cerrados—. Algo fallará y no tendremos un plan B.

—No necesitamos un plan B, Leone. —Replicó mi amigo. Le miré con cansancio—. Todo está medido al milímetro: las horas, los lugares, incluso las palabras y las apariencias. Nada va a torcerse.

—¿Cómo lo sabes? —Pregunté. Gianni se quedó callado, sin saber que responderme. Me levanté, agotado por la situación—. Planifícalo. Piensa en algo que nos saque de allí lo antes posible sin que nos mate el ruso. Hay que estar preparados ante cualquier fallo.

Gianni resopló como si se tratara de un niño que estar harto de las clases del colegio.

—Llevamos días con esto. —Dijo aniquilándomelo la nuca—. Son las cuatro de la tarde, ¿y me estás diciendo que ahora tengo que ponerme a pensar en un plan B?

Me giré hacia él, con el rostro indiferente. Estaba cabreado, necesitaba relajarme, pero no quería mostrárselo. Estos días estaban más tensos de lo normal y no nos habíamos tomado ni un respiro. Emma la que menos, madrugaba y se acostaba tarde por su empeño en el campo de tiro y en el gimnasio. Salva también estaba agotado, pero mi prometida estaba como si se hubiera dopado un millón de veces. Gianni mantuvo mi mirada mientras se preguntaba que era lo que estaba pensando.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now