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LEONE

Por mi mente pasaron varias personas cuando llegamos a la casa de la playa. Desde Volkov hasta Gianni, incluso pensé en Leonardo, el hermano menor de Emma. Pero nunca se me habría pasado por la cabeza tener a esa mujer delante. La mujer que me dio a luz, la persona que me había criado y luego me había abandonado, dejándome con un maltratador que tenía problemas de alcoholismo y drogas. La señora Grimaldi, mi madre.

—Hola, hijo.

No respondí nada más. Mis tíos sabían perfectamente la relación tal mala que tenía con ella. Mi tío se acercó a ella para darla un abrazo, era su hermana después de todo. Luego se acercó su madre y la dio otro abrazo. Y por último mi primo y mi tía. Emma y yo aún seguíamos quietos. No sabía qué hacer, avanzar o quedarme donde estaba. Emma me miraba, y yo la veía de reojo, pero solo podía enfocarme en mi madre.

—¿Qué haces aquí? —Pregunté. Es lo único que salió de mi boca. Ella siguió mirándome con el ceño fruncido y bastante mal.

¿Se atrevía a venir aquí? ¿Se habría enterado de que había traído a mi novia? Y hablando de ella, se acercó a mi madre con timidez. Ella cambió su expresión completamente. Le dio una cálida y entrañable sonrisa a Emma. Mi chica le tendió la mano a mi madre. La última no la aceptó, sino que se acercó a ella para darla un abrazo. Los demás respiraron con alivio al ver a mi madre tan cariñosa con Emma. Fruncí el ceño aún más, pero Emma vino hacia mí para cogerme la cara entre sus suaves manos. Cerré los ojos para relajarme.

—Bueno, creo que Leone le hizo una promesa a Emma.

La voz de mi tío rompió el incómodo silencio que se había formado a nuestro alrededor, juntando las palmas de sus manos. Esto hizo que abriera los ojos. Le miré confundido a la vez que abrazaba a Emma por la cintura y dejaba un casto beso en sus labios. Sonreí por lo preciosa y lo ansiosa que estaba. Sabía perfectamente a qué se refería mi tío.

—¿Nos vamos a los graneros? —La pregunté con una sonrisa.

—¿Graneros? —Preguntó emocionada. Ese brillo en los ojos quería verlo todos los días de mi vida. Asentí ante su pregunta.

—Está a dos kilómetros de aquí. Ponte ropa cómoda, daremos un paseo. —La dije dándole un beso en los labios. Ella subió corriendo las escaleras mientras todos la veían riéndose, incluso mi madre—. ¿Venís vosotros también?

—¡Claro! —Chasqueé la lengua con fastidio y una sonrisa falsa para mí tía—. Ya tendrás tiempo para estar con ella a solas, Leone. Déjanos disfrutar de su compañía, es una mujer muy agradable.

Esta vez sonreí de verdad, al recordar la sonrisa de emoción que tenía en el rostro hace unos segundos.

—Sí que lo es. —Dije sincero.

Mi madre me miraba curiosa y a la vez de forma cariñosa. Cuando me di cuenta, mi sonrisa se esfumó de mi rostro. Pasé por delante de ella, tocándola el hombro y subí las escaleras para ir a la habitación. Me topé con Salvatore por el camino, el cual me agarró el brazo. Sus ojos me transmitían urgencia.

—¿Se lo has dicho? —Mi cara inexpresiva lo decía todo—. Tienes que decírselo, Leone. Si no será más complicado después. Su madre no la ha dicho nada para que disfrutase de estas vacaciones, pero no puedes dejarlo seguir pasando.

—Ya lo sé, joder. Pero yo también quiero que disfrute de esto. Si se lo digo estará llorando por todos lados y preocupada todo el santo día. Ya suficiente que la secuestró el hijo de puta de Volkov y que sabe que Sophia está muerta.

Salvatore me soltó el brazo y cruzó los suyos sobre su pecho. Me miraba como si fuera un niño que había hecho algo mal.

—¿Te recuerdo que lo primero fue culpa suya? —Mi rostro intimidante hizo dar dos pasos atrás a mi mejor amigo. Sabe que nadie puede hablar así de mi prometida.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now