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EMMA

Nunca nos había pasado algo similar. Leone y yo discutimos. Sí. Lo hicimos varias veces, pero en seguida nos arreglábamos. Porque el amor que sentíamos el uno por el otro era más fuerte que cualquier otra cosa. Pero esa vez fue diferente, Leone se fue. Me dejó en la mansión mientras él cogía el coche y salía de la mansión como alma que llevaba el diablo. Nadie fue con él, algo que me resultó bastante extraño. Salí de la habitación con la esperanza de que hubiera sido un espejismo y estuviera en la sala principal, pero no fue así. En cambio vi a Gianni con el teléfono en la oreja y una expresión de preocupación.

Va bene (Está bien), grazie mille (muchas gracias).

Cuando colgó, se frotó la frente un tanto exasperado. Quise ir a preguntarle qué ocurría, pero sabía que no ayudaría en nada. Quizás debía quedarme en mi habitación, por mí. Por mi bebé. Cerré la puerta con cuidado, pretendiendo que nadie me viera, pero fracasé. Gianni se levantó y vino hacia mí.

—Emma. —Abrí la puerta de nuevo.

—¿Dónde está? —Pregunté más como una exigencia. Gianni no respondió, se limitó a mirar a otro lado—. Dónde. Está.

Su mirada volvió a mis ojos. Esa mirada denotaba nerviosismo, culpa, inquietud... Algo pasaba con Leone y al parecer Gianni no sería el que me lo diría. Sabía que no traicionaría a su amigo, pero yo era su futura esposa.

—No lo sé. —Dijo el moreno.

—Yo menos, Gianni. —Dije con enfado. Entonces, una idea me inundó la mente, pensando en la pequeña posibilidad—. Acaso... ¿acaso se ha ido a Rusia¿ ¿Él solo?

Gianni negó con la cabeza.

—¿Entonces? —Volví a preguntar. Gianni solo repeinaba su pelo con frustración—. Gianni, per favore (por favor).

Un ruido hizo que me diera la vuelta, viendo a Salvatore abrir la puerta y venir a paso ligero hacia nosotros. Le enseñó algo a Gianni a través de su teléfono móvil y ambos me miraron con lástima.

—¿Qué ocurre? —Pregunté—. ¿Dónde está?

—Quédate aquí. —Me ordenó Salvatore—. Y tú con ella. No va a quedarse sola.

Gianni asintió y Salvatore se fue rápidamente de la mansión. Ambos me escondían algo, era evidente. Y estaba claro que debía descubrirlo yo sola, ellos no me lo dirían. Me fui hacia uno de los ventanales, para observar cómo se iban casi todos los hombres de mi prometido. ¿Dónde habría ido? ¿Y si se había marchado a Rusia? Automáticamente me toqué el vientre. ¿Me había dejado aquí sola con nuestro hijo? ¿Estaría ya en el aeropuerto?

Me giré hacia Gianni, dispuesta a soltarle cualquier cosa con tal de que me llevara con Leone.

—Voy a buscarle. O vienes conmigo o me voy yo sola. —Dije cruzándome de brazos.

—No puedes ir a ningún lado, Emma. Estás embarazada.

—Exacto. —Dije con una sonrisa cansada—. Estoy embarazada, no inválida.

—Emma... —Dijo como advertencia.

Me limité a salir del salón e ir escaleras arriba. Me dirigí a la cocina para ir a buscar a Carina. Cuando entré vi a unas cuantas sirvientas, bastante jóvenes a mi parecer, y ninguna que se pareciera a la persona que buscaba. Pregunté a una chica de pelo rubio y ojos color ámbar. Su rostro parecía angelical, aunque su expresión era de todo menos agradable. Y mucho menos la conversación que siguió a esa mirada de desaprobación por su parte.

—¿Puedo ayudarte? —Me preguntó con burla y con aires de superioridad.

—Busco a Carina.

—No está aquí, seguramente esté limpiando la parte de arriba. ¿Por qué la buscas? —Preguntó.

LEONE CARUSO ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant