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LEONE

—¿Qué me estás haciendo, principessa?

Fue lo último que dije antes de besar sus carnosos labios. La necesitaba, necesitaba su contacto. Estuve soñando con ella desde que volví a verla en este hotel, parada frente a mí junto a su amiga. Desde ese momento supe que la quería a ella. Cogí sus piernas con mis manos para que las envolviese alrededor de mis caderas. Me moví y le tumbé sobre el sofá de cuero negro que había al lado de mi escritorio.

Le quité el camisón y fui besando sus labios, su cuello, sus hombros, sus pechos... Hasta que unos golpes en la puerta nos interrumpieron. Vi la mueca de disgusto de Emma cuando me quité de encima suyo. Aún así, antes de dar la orden, le di un casto beso en sus labios mientras esperaba a que se vistiera.

—¿Quién es? —Dije carraspeando.

—Soy yo de nuevo, señor. Aquí hay una chica que quiere verle. —Dijo Salva al otro lado de la puerta.

Miré a Emma de nuevo, extrañado. ¿Quién podía ser a estas horas? La chica que estaba a mi lado también estaba confundida.

—¡Oh, venga ya! ¡Leone, cariño, soy Sophia! ¡Abre, quiero hablar contigo!

Mi cuerpo se puso en alerta, Emma fruncía el ceño considerablemente. Mi pecho subía y bajaba de impotencia. No podía tener a esta mujer en mi despacho si Emma estaba aquí, además no quería que entrara. La última vez que hablé con ella fue en el ascensor. Insultó a su mejor amiga. No es un recuerdo que sea de mi agrado.

Miré a todos lados. Sería un gran problema que Sophia viera a Emma aquí, y más con ese camisón que mandé comprar para ella. No tuve más remedio que abrir la puerta corredera que daba a mi habitación. Indiqué con la cabeza a Emma que entrase. Ella pareció decepcionada por mi gesto.

—Entra, per favore.

—¿Quieres esconderme? —Me susurró.

—Quiero protegerte.

—¿De quién? ¿De Sophia? —Preguntó incrédula con una risa sin nada de diversión.

—Sí, ahora métete en mi habitación.

—¿No deberías meterla a ella? —Preguntó cruzándose de brazos.

Alcé una ceja. Una sonrisa burlona apareció en mi semblante.

—¿Estás celosa? —Pregunté acercándome a ella más de lo necesario. Carraspeó, la ponía nerviosa.

—No.

—Mientes.

—Puede. —Dijo. Mi corazón se aceleró—. Le dejo con la mujer que quiere verle, Don.

Mi polla se alzó en cuanto me llamó por ese nombre. Carraspeé intentando calmarme. Fue a entrar a mi habitación, pero agarré su muñeca y la atraje hacia mí. Era preciosa, joder.

—Luego voy a entrar aquí, y voy a hacer que grites mi nombre como ni te imaginas.

—¿A estas horas de la mañana? Qué energía tiene usted, Don.

—Siempre la tengo si es para ti.

Se sonrojó y entró rápidamente en mi habitación. Escuché como Salva preguntaba a través de la puerta si podían entrar. Estaba empezando a cabrearme esa bambina.

Avanti. —Dije.

Sophia entró corriendo sin dejar hablar a mi hombre. Salvatore intentó pararla, pero levanté la mano. No quería heridos. Sophia me abrazó y miré hacia la puerta. Emma estaba medio asomada, podía verla, pero lo suficiente como para no ser vista por su amiga. Si así se la podía llamar.

LEONE CARUSO ©Where stories live. Discover now