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EMMA

—¡Es toda una suerte que el señor Caruso nos haya dado la noche libre! —Sophia y yo estábamos haciendo cola en el "Paradise Club", una de las discotecas más prestigiosas de Nueva York.

—Sí. La verdad es que sí. —Dije sin prestar mucha atención. Mi mente aún andaba en la discusión entre Pierce y Caruso.

—Eh, —Dijo Sophia cogiéndome del brazo—. Estamos de fiesta, tía. Hoy nos vamos a divertir.

Cuando estábamos más o menos al final de la larga cola, un coche negro con los cristales tintados aparcó justo delante de la puerta. Dos hombres bajaron del mismo, y no había que ser un genio para averiguarlo. Solo rezaba para que Sophia no lo hubiera...

—¿¡Has visto quien ha entrado!? ¡Hoy es mi noche!

—Lo he visto, Soph.

Después de casi una hora de cola, conseguimos entrar. Aunque con bastantes dificultades. A mi querida amiga no se la ocurrió otra cosa que insinuar que estábamos con Caruso, por lo que, como era de esperar, el segurata no se lo creyó y casi nos echa a patadas de la entrada. Por suerte, le convencí de que Sophia estaba un poco borracha y decía gilipolleces, aunque la segunda cosa sí era cierta.

—Deja de hacer el bobo, Soph. Casi nos echan por tu culpa.

—¿Qué tiene de malo decir que venimos con el señor Caruso? ¿Acaso no es verdad? —La miré atónita.

—¡No! No es verdad.

—Vale, vale. —Dijo. Rebuscó por todo el lugar hasta que se quedó mirando un punto fijo. Una sonrisa malévola y seductora apareció es su rostro—. Y hablando del Rey de Roma...

Seguí su mirada y lo encontré, recostado sobre un sillón de cuero negro, con una copa en la mano y mirándonos fijamente. Desvié la mirada y me dirigí a la barra, pero justo en ese momento vi como Leone se levantaba de su asiento y desparecía detrás de una puerta. Entonces, mi amiga se acercó a mí, sin siquiera sentarse en el taburete que tenía delante.

—Ahora vengo, cariño.

—¿A dónde vas? —La pregunté agarrándola del brazo.

—A triunfar. —Dijo soltándose suavemente de mi agarre y encaminándose hacia la puerta por dónde desapareció Caruso.

Su vestido era corto, de lentejuelas plateadas y dejando mucho a la vista, junto con unos tacones del mismo color que el vestido. El escote era bastante pronunciado y estaba segura de que lo había elegido solo para poder conquistar a Leone. De todas formas, ¿qué me importa? Debería alegarme por ella, es mi mejor amiga. Yo, por otro lado, llevaba un sencillo vestido negro, ajustado, drapeado y bastante ceñido en la cintura. Lo combiné con unas cuñas de color crudo y madera en el tacón, junto con un bolso del mismo color que la sandalia. Deje mi pelo revuelto y rizado suelto y solo opté por ponerme un poco de corrector y rímel. Sinceramente, no quería ir como Sophia, no sabía cuántas capas de maquillaje se había echado, pero tenía que pintarse hasta el cuello para poder igualar los tonos de su piel. Me parecía excesivo.

Sophia tardaba mucho en llegar, incluso me dio tiempo a tomarme dos copas yo sola. Seguro que se lo estaba montando con el señor Caruso en los baños VIP. Solo espero que esto no repercuta en su expediente laboral o simplemente en su reputación en el hotel. Empezaba a sentirme bastante aburrida y sola, incluso pensé en irme de aquí. Pero, de repente, una mano se apoyó en mi hombro y una persona apareció en mi campo de visión.

Un hombre de más o menos mi edad se sentó delante de mí, donde supuestamente se iba a sentar Sophia antes de largarse con Caruso. El chico era bastante guapo. Pelo rubio, despeinado, ojos azules y sonrisa impecable. Además, llevaba puesta una camisa blanca y unos pantalones negros de vestir. Tenía las mangas recogidas, por lo que pude ver un tatuaje que parecían líneas negras con algún dibujo que le rodeaban el brazo. Su camisa desabotonada me dejó ver también una especie de hojas tatuadas a ambos lados del pecho, bajo la clavícula.

LEONE CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora