Capítulo 6: Desconfiar no es malo

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Jorge nos está hablando a todos en un pequeño círculo en el banquillo. Siempre dice casi las mismas cosas a la hora de empezar un entrenamiento, así que me tomo la libertad de no prestarle demasiada atención esta vez. El resto del equipo técnico comienza a llegar allí y veo a Fátima dirigiendo a Bibi hacia donde estamos nosotros. Aparto la mirada por si llegamos a coincidir. De repente me veo fingiendo atender soberanamente bien a las palabras de mi seleccionador. Tres palmadas al aire y vamos a comenzar a entrenar. Los chicos salen a la cancha y yo me siento bastante despistado. Fátima se acerca silenciosa hacia mi persona y casi ni me doy cuenta de que la tengo al lado.

—¿Qué tal Gus?, ¿empezamos el entrenamiento?

Asiento sin más. Llevo un día horrible, Fátima, mucho más de lo que tú piensas. Debí haberme echado una siesta. Estoy bastante cansado y arrepentido de no haberlo hecho con anterioridad. Fátima me explica el ejercicio a realizar y yo lo hago sin pensar, estoy ya acostumbrado a su rutina.

—¿Qué tal el viaje? —Le pregunto porque ellos acaban de llegar hace un rato y se perdieron la super guía.

—Cansado. Abre un poco más los brazos en cada estiramiento. Así, así —dice mientras ella misma aleja mi brazo hasta estirar las gomas que llevo en ellos—. Que tú notes que te tensa bien.

Sigo haciendo la rutina que tengo establecida y ella controla todos mis movimientos. Un balonazo me llega desde Sergio, quien me dice que me concentre. Fátima se ríe pequeño, pero yo los estoy ignorando a todos. Me sorprende aún no haberme girado para ver dónde está Bibi. Cuando llegó Fátima me puse dándole la espalda y aquí sigo.

—¿Y a ti el viaje?

—¿Cómo?

—Pregunto por cómo te había ido el viaje. No flexiones tanto las rodillas, aguanta más aquí... —Toca mis muslos interiores hasta colocarme en la postura adecuada.

—Bien. Cansado, también.

—¿No has descansado? Llegasteis pronto en la mañana.

—Un día duro. Muchas cosas he hecho ya hoy.

—Perdón. Fátima, ¿debería apuntar también estas cosas? —Escucho preguntar cerca de mi hombro.

Aguantando el dolor en esta posición, Bibi no se ve tan lejana. Me gusta cuando está más a mi alcance. ¡Ni siquiera sé por qué acabo de pensar eso!

—Sí. Mira. En este archivo metes todo lo que ellos hagan. —Fátima coge su iPad—. Entrenamientos, porcentajes, estadísticas... Sergio está ahora allí sentado. Si quieres, puedes preguntarle las dudas. Él te va a ayudar perfectamente. Controla muy bien eso de apuntarlo todo. —Sonríe y Bibi le hace caso. La veo desaparecer por el rabillo de mi ojo izquierdo. Se sienta junto a Sergio en las gradas y se tiran un buen rato hablando.

Sergio es gracioso también, pero además es guapo. El tío es guapo. Bastante. Joder... Antes había pensado que Sergio se ve especialmente esbelto. Es largo y fino. Su musculosidad está en la justa medida y su cuerpo se ve extremadamente bien. Es moreno, lleva flequillo. Un coñazo de flequillo, a decir verdad. Siempre lo lleva perfecto. No sé por qué estoy pensando eso mientras les miro, pero me molesta un poco pensar que Sergio puede ser un hombre que le guste a Bibi. Y lo pienso porque en estos momentos si yo fuese chica heterosexual estoy seguro de que me encantaría estar pegada a Sergio. Porque él es cálido y siempre tiene las palabras justas para decir y nunca se queda corto ni se propasa. Es un tipo estupendo y sus malditos ojos marrones hacen que no puedas dejar de mirarlos.

—Es agradable —dice Fátima sin previo aviso.

—¿Quién o qué?

—Ella. La chica nueva. Es patosa, pero agradable.

Un amor de alturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora