Capítulo 11: Sin pedir ayuda

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Los jugadores han realizado un buen entrenamiento. Al menos uno bueno teniendo en cuenta lo cansados que se nota que están. Jorge no parece contento con ellos por eso. Les ha insistido mucho en las razones por las cuales están aquí. Ellos asienten. Nada de distracciones. Yo miro a Gus y me pregunto si tanto tiempo conmigo es una distracción para él. Si tal vez debo alejarme un poco. Si soy yo en parte culpable de su malestar. Durmió en una cama en la que se le salían los pies y con una almohada como tope. Una almohada que no ha impedido que nos cogiésemos la mano. No he querido darle más importancia a ese gesto. Me hice la loca y me metí en el servicio casi a gritar internamente. Estaba con mi mano cogida... Si no hubiese sido por esa almohada habríamos despertado frente con frente. Y Gus... Gus esta mañana estaba... ¡Puff...! Ni lo pienses. Ni-lo-pi-en-ses-Bi-bi.

Gus es atractivo. Mi hermana lo vio. Todos lo vimos. Solo hay que tener ojos, como ella dice. Maldito Gus, ya ni sé por qué vez. Fátima se acerca a él y hablan risueños. Yo estoy en una esquina apartada mientras charlo con uno de los delegados. Me están explicando varios elementos de las estadísticas. No entiendo ni papa... Es imposible que yo comprenda qué significan todas esas cosas. Rebotes, asistencias, rebotes ofensivos... defensivos... puntos, robos... bloqueos... ¿qué leches es todo eso? Asiento como si asimilase cada palabra que me dicen. Apunto el nombre y los porcentajes de los que me hablan. ¿Qué mierdas es TC%? No pregunto. Mentí en el currículum, es cierto. Todo el mundo lo hace. Podía haber dicho que sabía de natación sincronizada o algo así... a saber. Pero no... Yo tuve que decir de baloncesto, porque Candela lo dijo y porque ella quería que ambas estuviésemos juntas. Maldita Candela. Toda la vida igual.

Sigo callada escuchando sus palabras mientras visualizo al fondo a Gus y a Fátima. ¿Y si están juntos? No sé... no suena descabellado. Ella es una mujer guapísima. Maldita sea... Yo podría ser guapísima también. Podría hacer deporte y tener ese cuerpo fibrado. Pero en verdad no quiero. Me gusta como soy. Maldito Gus. Maldito mil veces. Sigo cogiendo cada porcentaje de los jugadores que me dicen. Pienso en que luego puedo hacer búsqueda en Internet y entender qué es lo que estoy apuntando en el iPad. Toda esta información tengo que desglosarla, meterlas en tablas, círculos de porcentaje... traducirlas al inglés y enviarlas yo no sé a dónde que me han dicho. No pasa nada, Bibi. Puedes con esto. Puedes con esto y más. Y si no... pues lo buscas... o le preguntas a Candela o a Nur... pero, en la vida... En la vida vuelvas a pedirle ayuda a ese idiota de Gus.

Salgo del entreno algo acelerada luego de terminar el horario de duchas y recoger todos los bártulos para que pueda entrar a entrenar el siguiente equipo. Se supone que soy traductora, no secretaría. Pero no pasa nada. No pasa absolutamente nada, Bibi. Trabajo es trabajo. Le dije a Cynthia que estaría a medio día para arreglarle la moto. Voy bastante adelantada en el horario que le expuse. Mucho mejor. Cuanto antes termine con este tema, antes podré volver a terminar el trabajo. Salgo antes del lugar de entreno y tal y como estoy vestida voy hacia el parking donde está mi coche. Por el rabillo del ojo veo a Gus saliendo del módulo. Ya todos se han duchado y se han cambiado de ropa. Tienen el resto del día para descansar. Es lo bueno que tiene entrenar cuando aún no han puesto ni las calles: que el resto de día es libre. Coloco mi móvil con la pantalla bloqueada casi delante de mi vista. Coloco la pantalla hacia él. Le veo en el reflejo sin necesidad de tener que mirarle. Lleva un pantalón vaquero ajustado y una camiseta pegada con dibujos de colores. Está caminando solo y siento como si sus ojos estuviesen clavados en mi espalda.

—¡Ey! Bibi.

Alcanzo a oír y me giro algo lenta como si en realidad no le hubiese escuchado bien. Está caminando más rápido hacia mí y pronto se pone al mismo lado.

—¿Sí?

—¿Te vas? —La pregunta es algo ridícula porque en este camino sabe que solo puedo ir hacia el parking.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now