Capítulo 25: ¿Verdad?

1.3K 116 12
                                    

El móvil no ha dejado de sonar desde anoche. Me hago la remolona un poco más. Estoy cansada. Cansada después de todo el día de ayer. No sabía que un partido de baloncesto cansase tanto. ¡Y eso que yo no juego! Tengo la cabeza como un bombo ahora mismo. Noto cada parte de mi cuerpo bombear. Aprieto los ojos antes de desperezarme. El móvil vuelve a sonar una vez más. Antes de abrir los ojos siento cómo algo golpea contundentemente mi cara y veo negro. Veo negro aunque tengo los ojos abiertos. ¡La voy a matar, lo juro! Engancho ambas manos en el cojín que tengo encima de la cara y lo aparto con maldad.

—¿¡Quieres no agredirme de esa manera!?

—¿¡Y tú quieres coger ya ese maldito móvil!? —grita Nur desde su cama.

Me levanto quejicosa y miro la pantalla del teléfono móvil. ¡Ni por asomo! ¡Ni en broma le cojo el móvil! ¿Estoy yo loca?, ¿quiero hundirme en la miseria tan pronto? Preferiría meterme en un lago lleno de cocodrilos antes que cogerle esta llamada a mi hermana.

—¡O lo coges tú o lo cojo yo! —vuelve a gritar Nur como si acabase de escuchar mis pensamientos.

Lanzo un quejido al aire y descuelgo.

—¿Sí? —Me levanto y me encierro en el cuarto de baño.

Tengo una cara horrible. ¡Madre mía! Me miro bien y me toco las ojeras. ¿Desde cuándo tengo esta parte tan oscura? Anoche ni siquiera dormí pensando en lo que dijo Gus. ¡Maldito Gus, mil veces!

—¿Me estás escuchando? —grita Cynthia al otro lado de la línea.

—Perfectamente. Tengo tu tono de voz metido en la cabeza ahora mismo. —Me quejo.

—Te vi ayer. ¡Te vi en la tele!

—¿¡Me viste!? ¡Ay, es verdad! ¿Y qué tal?, ¿cómo se me veía?

No sé por qué pregunto por mi aspecto en la televisión. Supongo que a todos nos gusta salir bien. Y más si es un partido televisado y que verá tantísima gente. Me pongo nerviosa de repente mientras espero la calificación de mi hermana. Vuelvo a mirar mi rostro frente al espejo. Me estoy escuchando a mí misma dudar de mi aspecto. ¡No! Por encima de mi cadáver. Todo el mundo tiene ojeras marcadas. No pienso martirizarme por eso. Bueno... No todo el mundo, pero...

—Preciosísima. —¿Ha dicho preciosísima?—. Estabas espectacular, hermana. Ahí ella doblando las toallas, pasando las toallas, dando botellitas de agua... Pero, ¡chica! ¡Qué elegancia!

Carcajeo a la vez que escucho la risa de mi hermana entrar por los altavoces.

—¿En serio? —dudo.

—Muy en serio. La ropa esa te sentaba genial.

Me sonrojo. Veo mi rostro en el espejo y estoy colorada. Toco mi mejilla con mi mano izquierda para no separar el teléfono de mi oreja derecha y lo siento en mi piel. Estoy encendida. Sonrío tímida y sigo visualizando mi cara. Lanzo un tímido gracias y siento todo mi cuerpo encenderse. Mi hermana sabe cómo hacerme sentir bonita. Me dice «preciosísima» y yo de ella me lo creo de verdad. ¡Qué cosas!, ¡qué cosas creerla a ella y no a mí misma...!

—Y tu compañero también. Tremendamente buenorro.

—¿Qué compañero? —Achino los ojos.

—Mmm... ¿Cómo era? ¡Ah, sí! Gus Guell, ¿no? El otro chico que trabajaba también contigo de traductor... ¡Qué cosas, eh! Debe de ser que faltó algún jugador y lo pusieron ahí por la altura, ¿cierto?

Coloco mi mano izquierda en la frente y abro la boca de par en par por el asombro. Me siento en la taza del váter y me arrepiento millones de veces de no habérselo dicho antes. No me di cuenta de que esto podía pasar. No me di cuenta de lo que suponía algo así. Ahora sí que todo mi cuerpo se ha encendido. Ahora sí que estoy completamente en llamas.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now