Capítulo 28: Destellos e infartos

1.2K 134 14
                                    

Bibi se está acercando hacia mí. Juan y su hermana se han quedado en el arco de la puerta de su casa. ¿Por qué parece que viene enfadadísima?, ¿por qué eso me gusta?, ¿por qué quiero volver a besarla? Como esta mañana... Volver a sentir sus labios pegados a los míos. Pestañeo rápido y me engancho las gafas de sol en el cuello de la camiseta.

—¿Qué haces aquí? —pregunta cuando se coloca delante de mí.

Yo aún sigo sentado en el capó del coche y eso me hace estar más a su altura. Le sonrío de más. Porque ahora mismo estoy pensando en que me encantaría enganchar mis brazos en su espalda y pegarla bien a mi cuerpo. Y pedirle que me vuelva a preguntar qué mierdas hago aquí a ver si de una vez parece darse cuenta de algo.

—Te vienes con Juan y conmigo. —Le aclaro.

—¿De verdad lo ha pedido Jorge o es otra de vuestras mentiras?

—Candela visitó a Juan. Estaba Jorge, así que Jorge se enteró de que mañana tenéis un partido los trabajadores. Quiere que entrenes un poco.

—¿Jorge quiere que yo entrene? —Achina los ojos y lo dice en un tono extrañado.

—No es sorpresa para ninguno que no sepas ni coger un balón de baloncesto, Bibi. Dijiste que sabías de este deporte y lo cierto es que no. Jorge lo sabe, así que quiere que entrenes algo hoy. Al menos para saber defenderte un poco. Eres la que trabaja con el equipo de baloncesto español masculino... No querrás que piensen que no sabemos ni entrenar a nuestra compañera.

—Thomas ya me entrenó. Gracias, pero declino la oferta.

Bibi se gira y me da la espalda. Lanzo mi brazo derecho hacia ella y tiro de él hasta que sus ojos vuelvan a clavarse en los míos. Me tomo la licencia de tirar incluso algo más de lo debido y su cuerpo está más cerca del mío de lo que lo estaba antes.

—Te pediría, por favor, que dejases de nombrarle. Es molesto. Te espero en tu coche. Juan conducirá el mío.

Le suelto el brazo y me coloco de pie. Paso por al lado de ella y me dirijo hacia Juan y Cynthia.

—¿Y si no quiero ir? —suena a mis espaldas.

—Por supuesto que quieres ir. —Me atrevo a decir sin mirarla.

Cuando llego a donde están ellos, le lanzo las llaves de mi coche a Juan y le digo que puede ir tirando. Le explico que yo iré en el coche de Bibi. Iré en el coche de Bibi, porque, conociéndola de lo poco que la conozco, estoy segura de que jamás llegará por cuenta propia. Saludo a Cynthia y esta me sonríe amplio cuando estamos solos en el umbral.

—¿Qué tal Gus, alías el mentiroso jugador de baloncesto profesional?

Sonrío de lado. Esta chica siempre me hace reír.

—Me alegra verte Cynthia. Yo jamás te habría mentido. Ya puedes suponer que fue idea de tu hermana.

—No te preocupes, creo que podré perdonarte. —Me mira con una fingida condescendencia y luego se ríe amplio.

—¿Sabe tu hermana que tienes a alguien metido en casa? —Le pregunto y su rostro cambia por completo—. La moto delante de la puerta lo delata, Cynthia.

—No le digas nada a mi hermana o se pondrá furiosa.

—Puedes estar tranquila que no le diría nada a tu hermana. Eso es asunto vuestro. Pero no deberías mentirle... Ella se preocupa mucho por ti.

—A mí tampoco me gusta mentirle, Gus. Pero Bibi a veces es... rara. Y lo exagera todo. Es solo... Nos estamos conociendo. ¡Además! Ella tampoco me cuenta vuestras cosas.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now