Capítulo 8: Puntos en común

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Bibi no se ha sentado con nosotros a la hora de la comida. En el fondo me alegra. No quiero que esté siempre metida en nuestro círculo, aunque parezca que deba estarlo. Se ha sentado en una mesa con el resto de sus compañeros: Candela, la chica morena de pelo largo de la que no recuerdo el nombre... ¡Nur! Y el chico aquel al que parece quedarle pequeña la camisa. He mirado de reojo hacia allí varias veces y parecen estar risueños. Yo he evitado encontrarme con ella a la hora de coger la comida porque creo que ya suficiente me expuse esta mañana.

Thomas James... Posiblemente el ser más pesado de todo el baloncesto en general. Siempre contando que su padre es americano y su madre italiana. Siempre con sus frases hechas, su pelo recogido atrás en una coleta desenfadada y su sonrisita de imbécil. Es un adulador. No me extraña que reciba el mote que recibe: stud. Semental. Pero nunca en el buen sentido de la palabra. El mote siempre fue para meterse con él. Le gusta ir detrás de las mujeres, camelarlas un poco y... en fin. Pierde el interés en cuanto comienzan a ir ellas detrás de él. No me puse celoso por lo de esta mañana. Sé que no lo estoy. Pero... joder... puso sus ojos en Bibi. Y no me hace gracia que los haya puesto. No es por Bibi. Pensaría igual si lo hiciese con cualquier otra persona. No pretendo defenderla. Bibi es mayorcita para saber dónde se está metiendo. Es solo que... ese estúpido puso sus ojos en ella. Y me produce arcadas solo de pensarlo. Menudo asqueroso.

—¿Y tú qué dices, Gus? —pregunta Alejandro.

—¿Qué digo de qué? —Levanto la cabeza del plato con el tenedor en la mano.

—Le hacemos la prueba a Bibi esta noche, ¿sí o no? —prosigue él.

—No —resuelvo tajante.

—¿Por qué? Es el segundo día. Pasado mañana es la apertura de los Juegos Olímpicos. Déjanos divertirnos esta noche —expone Miguel.

—Haced lo que queráis, no voy a participar en eso.

—Yo diría que esperemos un poco más —dice Juan.

—Si lo vemos ya, nos ahorramos muchos problemas luego —sopesa Fran.

Me mantengo callado. Esto siempre me ha parecido una mierda enorme. No pienso participar en ello y no porque sea Bibi, sino porque nunca lo hago. Sergio parece estar convencido de hacerlo y quiere ser él el cebo. Otro frente abierto, Gus. Genial. ¿Sergio el cebo?, ¿qué le hace pensar que puede gustarle a Bibi? Vale que han estado mucho tiempo juntos, mucho tiempo riéndose juntos, mucho tiempo juntos de calidad... Bien. ¿Pero ser él el cebo? No sé... solo espero que Bibi lo haga bien.

—Adjudicado el cebo para Sergio. Es el que más ha hablado con ella. Siempre se están riendo. Así que yo diría que de tirar de alguno, sería de él —Miguel lo dice orgulloso de su amigo.

Sergio no es el que más tiempo ha pasado con ella. Yo he pasado muchísimo tiempo más con ella. Pero claro... no lo sabéis ninguno. Yo la he ayudado con su iPad. Yo casi me ducho con ella a pocas horas de conocerla. Ella vino a darme el agua a mí en el entreno. No sé, Miguel, ubícate un poco. Me dan ganas de decirlo en voz alta, pero sé que no debo hacerlo. Estas cosas son cosas de Bibi. Ella no quiere que nadie sepa que la tuve que ayudar con el iPad y yo no quiero que nadie sepa que casi me ve en bolas. Me mantengo callado con la vista viajando de un lado a otro de ellos. Bibi sigue en su asiento felizmente con sus amigos, ajena a todo esto que se está orquestando. Y yo tengo unas ganas irrevocables de contarle todo el plan. De decirle que no vaya al sitio al que la van a citar. Y quiero hacerlo porque no quiero que le hagan eso a Bibi, pero algo en mi interior me dice que estaría bien también saber si ella acepta la proposición. No quiero llevarme sorpresas de que ella pueda ser... alguien materialista. Aunque yo crea que en el fondo no lo es, no juzgaré un libro solo por su portada.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now