Capítulo 51: Recuerdos dolorosos

1.1K 112 13
                                    

Entramos por la parte trasera de la urbanización. Una más secreta, al parecer. Gus accede al garaje y aparca su coche en él. Esta vez yo permanezco con la boca abierta. ¿Qué parte es esta?, ¿por qué no la vi la otra vez? Es un garaje mucho más amplio. También tiene acceso a la casa a través de unas escaleras, pero... ¿Y todos esos coches? Algunos están tapados con sábanas negras enormes y yo no puedo quitar la vista de ahí. Gus me mira ensimismado y luego mira a sus autos, percatándose de lo que puedo estar pensando.

—Algunos los son y otros no. —Apaga el coche y se estira en el asiento.

—¿El qué? —Frunzo el ceño indiferente y regreso la visión a su cara.

—Regalados. Hay alguno que sí lo es y otros que no... si es eso lo que estás pensando.

—¡Ah! No. Eso ya lo doy por sentado. Estaba pensando que para qué quieres tantos coches si solo te puedes montar en uno a la vez.

Gus se ríe amplio y salimos del auto cada uno por su parte.

—Creo que, responda lo que responda a esa pregunta, me va a hacer parecer un completo gilipollas.

—Sí. Claramente, sí. —Asiento y accedemos por las escaleras hasta la parte de arriba.

—Estoy bastante acostumbrado a eso. Creo... —Achina los ojos—. ¿Te apetece tomar algo?

Me siento en el sofá como la última vez. Parece el único lugar en el que no siento que vaya a romper alguna figura o mueble de más de quinientos mil euros. Paso mi mano por la tela del emplazamiento en el que estoy. Es suave. Tiene un color bonito y se nota limpio. Acerco mi nariz mientras Gus trastea en la cocina. Huele rico.

—¿Cuánto te ha costado este sofá?

—¿Importa? —Escucho su voz al fondo—. ¿Te apetece una cerveza?, ¿una copa?

—Agua. —Respondo tajante.

—Bien. Agua para los dos, entonces.

—No has respondido. ¿Cuánto te ha costado? ¿Más de diez mil?

—Pero... ¿Crees que soy un loco desarmado?

—¡Oh! Gracias... Al menos hay algo que has comprado como una persona normal.

—Costó ocho mil —pronuncia bajito desde la lejanía.

—¿Qué? ¿Estás de broma? Es un sofá. Los hay estupendos por muchísimo menos.

Gus se acerca con dos vasos de agua fresca y coloca los posavasos en la mesa del centro. Se sienta a mi lado en el sofá y me quedo mirándolo inexpresiva. Ocho mil euros. ¿Ha dicho algo? De verdad pienso que soy una completa farsante. ¿Cómo voy a poder ver esto y que no me parezca una barbaridad?

—Es tela de buena calidad. Lo hicieron expresamente para mí. Me gustaba esta disposición. La parte de abajo se saca y al final todo se convierte en una especie de cama. El tejido digamos que es... impermeable. Lleva una pequeña capa protectora. Puedes echar cualquier líquido o comida y mancharlo que se quita completamente con un trapo.

—Es un detalle que pienses en las personas que limpian tu casa.

—Yo limpio mi casa, Bibi. —Agranda los ojos y me mira sonriente.

—Míralo... Qué considerado el millonario...

Él sonríe y me atrapa con su brazo derecho toda la cintura, pasándolo por detrás de mi espalda. Me acerca a su cuerpo con el agarre y me mira durante unos segundos. Puedo derretirme ahora mismo. Sé que puedo. Sus ojos navegan por todo mi cuerpo. No me pasa desapercibida su mirada. Estoy nerviosa. Estoy temblando. Espero que no llegue a notarlo. Lo mejor es cambiar de tema.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now