Capítulo 49: Cómo ser idiota

1K 98 22
                                    

Candela como copiloto es, posiblemente, como tener un grano en el culo del tamaño del Empire State y eso que yo nunca he estado allí, pero se ve que debe de ser alto. Pues bien, es como un grano de esas proporciones a punto de estallarte en la nalga. No deja de hablar en ningún momento. Por suerte, ya he colocado la cancelación cerebral de ruido activada y sus palabras se me quedan algo lejanas en el horizonte. Ese horizonte que me gustaría disfrutar en completo silencio y paz mental y no tener que escucharla hablar sobre Gus.

—Pero yo no le dije nada, ¿sabes? Porque tú siempre me dices que yo no me meta. Y no me meto, lo juro. Estuve a punto de engancharle del hombro y decirle cuatro cosas bien claras sobre tener novia. Pero me contuve. Todo por ti. Porque yo me callo, Bibi, pero tú se lo tienes que decir. Tú le tienes que enfrentar.

Y si a veces ya es molesta como copiloto, como conductora es un completo caos. Aunque sea el único momento en el que está tan concentrada en algo que se mantiene callada, no es nada recomendable. Se olvida de señalizar, entra en dirección prohibida, se salta los semáforos y las señales... En fin, prefiero conducir yo aunque tenga que escuchar toda su retahíla de hechos.

—A mí me parece increíble. ¿Cómo una persona puede estar con dos a la vez? No lo entiendo. Lo intento, ¡eh!, pero no lo entiendo. Creía que Gus era diferente. Y ahora sale con estas... ¡A cualquiera que se le diga! No doy crédito, pero... ¡Vaya! Ese te tiene que escuchar, Bibi. En cuanto lo veas, se lo tienes que escupir a la cara sin miramientos.

En el fondo, Candela me encanta. Por eso es mi amiga, claro. Tiene esa cosa de persona incordio sin saber que lo es. Ella, en lo más profundo, tal vez esté pensando que te ayuda a la hora de hablar de estos temas o incluso crea que tú necesitas escucharla hablar sobre lo mala persona que es el chico que estás conociendo y que te gusta.

—Cambiemos de tema, Bibi. —Cambiémoslo, por supuesto—. Ya sabes que no me gusta estar criticando a nadie. —Obvio, eso es lo que menos le gusta hacer. Claro—. Yo sé que para ti es complicado, pero lo más recomendable es que no hablemos de él. Olvídalo por un rato, al menos. —Algo imposible teniendo en cuenta que ella no deja de repetirlo—.Yo he notado a tu hermana muy pachucha, ¿no te parece?

—No sé, Candela. Yo la he visto normal. —Me encojo de hombros mientras regresamos al recinto luego de haber comido con Cynthia.

—Pues yo te digo que a ella le pasa algo. No creo que sea solo un simple resfriado. Y yo tengo siempre buen ojo con lo que veo. ¿Qué te decía yo de Gus? ¡Eh! Ojo de loca, no se equivoca.

—¿Que me casase con él y tuviese cinco hijos? —pregunto pizpireta entrando al parking del recinto.

—¡Que no se puede confiar en los hombres, Bibi! Te quedas siempre con lo que te interesa.

—Yo creía que Gus te gustaba para mí. —Sonrío sabiendo ya como es Candela.

—Es un hombre raro. Oculta secretos. Eso lo sabíamos ya las dos.

Ajam...

—Yo solo digo la verdad. Si no quieres escucharla pues me bajo ahora mismo y listo.

—Bájate. —Le pido.

—¡A ver, Bibi! No es para ponerse así. Somos amigas desde los tres años, no nos vamos a enfadar ahora sin motivo.

—Bájate, Candela, que ya hemos llegado. —Elevo la mandíbula y le señalo que ya estamos en el parking del recinto.

Candela mira por su ventana, se da cuenta de que nos encontramos estacionadas en los aparcamientos y se gira para sonreírme.

—¡Ah, sí! Pues... Bueno. Ha sido un viaje corto.

Corto para ella, que no ha parado de hablar sobre el único tema que habría preferido no hablar. Pero así es ella. La quiero así y me la aguanto así. Porque lo que Candela no diga es un elemento que se le queda en el cuerpo y luego se le hace veneno. Sonrío tranquila. Con Candela siempre hay una regla: ella siempre siempre siempre va a tener razón. Pase lo que pase.

Un amor de alturaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα