Capítulo 56: Sin condiciones

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Después de lo ocurrido esta mañana ni siquiera puedo expresar cómo me siento. Tuve que parar un poco de tiempo para pensar bien todo lo que estaba ocurriendo. Candela, Mariela, Juan, Bibi y yo bajamos hasta uno de los bares del recinto y tomé algo para relajarme. Juan también descansó. El golpe le dolió bastante y el pómulo casi se le hinchó. Suerte que no lo hice con demasiada fuerza. No me habría gustado ver a Juan con el pómulo morado o, peor, intentando ocultarlo con el corrector de ojeras de Alejandro, que claramente no es su tono de piel ni aunque Juan se tire veinte días tomando sol.

El caso es que mi hermana, mi psicóloga, es ahora novia de Juan, mi mejor amigo y casi un hermano. A su vez, mi hermana, mi psicóloga, es también la psicóloga de Bibi, la mujer que he conocido aquí y de la cual estoy colado hasta las trancas. ¿Puede alguien decirme qué más puede ocurrirme a mí? El tema de Mariela y Bibi aún no lo habíamos tratado. Saber que Juan estuvo tantos meses engañándome o ocultándomelo solo porque pensase que me molestaría fue algo que me molestó realmente todavía más. ¿Quién se pensaba que era?, ¿un gánster?, ¿miembro de la mafia italiana?

Ahora eso sí, agradezco que se cortase a la hora de comentar sus... relaciones... sexuales con la que era su novia. ¡Joder! Yo preguntando e insistiendo... Y Juan hablando de mi hermana. ¡De mi hermana! Un momento. ¿Dijo que él bajaba... abajo? ¿Dijo lamer, chupar en círculos...? ¡Voy a matarlo! Vale, ahora creo que sí que le he dado bastante flojo. Bibi no deja de mover la pierna, está nerviosa... Yo la miro e intento que se calme y permanezca tranquila. No pasa nada.

—No sabía que tú y Mariela... No sabía que ella era... —intento defenderme.

—Yo tampoco lo sabía. —Bibi lo niega y yo la creo firmemente.

—Yo... me di cuenta al poco tiempo —admite Mariela.

Bibi bufa a mi lado y aprieta su mano contra su propia carne. ¿Está clavándose las uñas? Coloco mi mano sobre la suya e intento parar su acción. Ella se da cuenta y cesa en su movimiento.

—Pero... Fue por la entrevista. Adriana me la enseñó y yo... No sabía cómo decíroslo. De todos modos no supe que... O sea, yo no sabía que os gustabais. No lo supe hasta que mamá vino hablando de una tal Bibi y luego Bibi...

—Es secreto profesional —expone ella sin miramientos.

—Lo sé. Jamás he contado nada a nadie de lo que hemos hablado. Mi hermano no sabe nada.

—Yo... te prometo que ella jamás me ha dicho nada. Ni siquiera sabía que os conocíais.

Bibi asiente tranquila y Juan y Mariela se van hasta la habitación para que este descanse. Le pido perdón por el golpe, pero... ¡Cada vez que me acuerdo de lo de chupar y lamer...! ¡Voy a matarlo por crearme ahora esa imagen mental!

—Bueno, ahora que se ha solucionado todo el tema de la prostitución, es hora de que me vaya. —Candela le da un beso en la frente a Bibi y me palmea el hombro.

—¿Qué tema de la prostitución?, ¿a qué se refiere? —pregunto extrañado.

—Nada. Nada. Es Candela. Ya sabes que ella no... No atina bien con ciertas cosas.

—¿Qué tal está Nur? —pregunto tímido.

—Pues... desde que se enteró de lo de Graciela algo más solitaria. Creo que estaba bastante ilusionada con ella. No sé. Tampoco quiero meterme demasiado en un tema como ese.

Asiento ante la mirada relajada de Bibi. Acaricio su oreja y coloco su mechón de pelo por detrás de ella. ¿Lo estoy haciendo al aire libre? ¿Lo estoy haciendo sin que importe si alguien nos ve? Tomo aire. Todo lo que sé de Bibiana es que me gusta. Me gusta demasiado. Quiero estar pegado a ella todos los días de mi vida. Quiero acariciarla y complacerla. Quiero que se sienta amada por mí. Quiero que piense que se merece todo eso y quiero no alejarme nunca de ella. Es una mujer increíble y no quiero soltarla.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now