Capítulo 29: Entrar al armario

1.3K 122 16
                                    

Tengo frío. Lo cual es bastante raro porque en pleno verano siempre me he sentido cálida durmiendo en este cuarto. ¿Me habré quitado la manta de los pies? Mira que yo suelo estar bien de temperatura, pero, incluso en verano, me encanta colocarme o arroparme con alguna sábana fresquita. Como si fuese mi armadura. Como si dormir solo encima del colchón no me pareciese algo apropiado. Es casi obligatorio tener algo que me cubra. Pero ahora siento muchísimo frío. Frío de más. Como si alguien me hubiese destapado por completo. Tengo los ojos cerrados, pero siento cómo la claridad traspasa mi párpado móvil hasta crear pequeños colores en mi oscuridad. Tonalidades de amarillo, naranja y rojo se funden y se opacan tras pequeños puntos negros que explotan en llamaradas. ¿Así ven los ciegos o ellos ni siquiera son capaces de ver estos colores? De repente me cuesta respirar. Me entra un agobio tremendo de pensar que alguien no puede ver lo mismo que yo veo y abro los ojos. Los abro de par en par y muevo la cabeza sutilmente de un lado al otro. Estoy en la mitad de la cama, lo cual es bastante fácil teniendo en cuenta que es una cama pequeña. Sin previo aviso, mis pupilas comienzan a moverse por toda la habitación. Estoy en mi cuarto. Sí. Lo es. Esta es mi habitación. Al menos eso me queda claro, pero... ¿lo he soñado? ¿He soñado lo que pasó anoche? Creía que me había dormido junto a Gus. Creía que él despertaría conmigo esta mañana o... No sé.

Escucho sonidos en el cuarto de baño y un temblor recorre mi estómago. No estoy sola. Sonrío a medias. No fue un sueño. No fue para nada un sueño. Gus durmió conmigo. De eso estoy muy segura. Yo anoche tenía migraña y él vino y se quedó conmigo y me acurrucó y me abrazó y dormí con él y luego se ha debido de levantar para ir al baño. Por eso ahora siento tanto frío. Porque hace unos momentos él debió de seguir estando a mi lado. Vuelvo a sonreír sin esperarlo. ¡Ay, Gus! ¡Maldición! ¿Cómo puede ser tan tierno este chico? ¡Nah, nah! Centrémonos... No podemos darnos por vencidas tan pronto, Bibi. Aún quedan muchas cosas por demostrar... Escucho cómo la puerta del servicio se abre y me coloco en una buena postura. ¡Ay, no! ¡Actúa normal! ¡No seas tonta! ¿Qué se va a pensar? Soy tan idiota que coloco una postura nada natural pero que creo que me hace lucir bonita a pesar de estar tumbada en una cama, que me salga la papada y que sean las ocho de la mañana y tengamos entrenamiento. Repaso con la lengua el contorno de mis labios para lubricarlos y escucho sus pasos acercándose hasta la mesita de noche que hay entre las dos camas. Alzo la vista y allí está la figura esbelta e imponente de Nur.

—¿Tú? —Me atrevo a decir mientras me incorporo a la velocidad del rayo.

—Sí. Yo. ¿Algún problema?

—Pero... ¿qué haces aquí?

—Cómo que qué hago aquí, Bibi. Es mi cuarto. ¡Despierta de una vez! Esa alarma lleva sonando ya ocho minutos.

Estiro mi brazo y apago la alarma del teléfono móvil. Vuelvo la vista a Nur y yo sigo preguntándome qué hace Nur aquí y por qué Gus no ha amanecido conmigo.

—Creía que... Creía que no venías a dormir aquí.

—Y no vine. Acabo de llegar hace un rato. Me estaba poniendo mona. Me visto y me vuelvo a ir, que voy a desayunar con mis jugadoras favoritas.

—¿Favoritas? Así en plural.

—Así en plural y también en singular. —Nur me sonríe amplio—. No deberías hacerle asco a nada, Bibi.

Me incorporo en la cama y trago saliva. Coloco mi espalda pegada a la pared fría de este módulo y me mantengo en esa postura por un par de segundos.

—¿Qué tal te fue anoche con tu diosa del Olimpo?

—Fantástico. Genial todo. ¿Y a ti?, ¿algo interesante en el día de ayer?

—Nada, en realidad.

—¿Nada de nada? —Nur me mira y lo hace como si me analizase.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now