Capítulo 19: Por cinco euros

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No es muy tarde en la noche, así que pego en la puerta sutilmente. Nur no me dejó la llave cuando le dije que me iba. Normal. No sabía cuándo volvería, así que entiendo que ella se la llevase. Vuelvo a pegar y nadie me abre. Lanzo un quejido al aire y pienso que Nur se ha podido ir con cualquiera. Coloco mis manos sobre mi cara y me maldigo mil veces por haber venido a un sitio como este. Maldigo haberle hecho caso a Candela y maldigo a Gus. De repente todo mi cuerpo empieza a temblar, me siento pálida y tengo unas ganas horribles de volver a mi casa, de abrazar a mi hermana y quedarnos allí siempre. Justo cuando pienso en irme a dormir allí, la puerta del cuarto se abre y Nur aparece tras ella.

—Debí darte la llave. Al final pasé todo el día aquí. Deberíamos pedir una copia. Esto es muy español: recortar en cosas necesarias. —Nur sonríe, pero yo soy incapaz de hacerlo.

Entro al cuarto tras un saludo breve y ella se mantiene a mis espaldas cerrando la puerta.

—¿Estás bien, Bibi?, ¿ocurre algo? —Frunce el ceño.

Me siento en la cama y me descalzo. Me quito la chaqueta y me levanto hasta llegar al armario, que está justo al lado de mi cama, la más cercana al baño. Deslizo la puerta corredera y cuelgo la prenda entre varias.

—Nada. Solo un poco cansada. No te preocupes. ¿Estabas dormida?

Nur ya tiene puesto su pijama y, por su cara, deduzco que seguramente sí. Miro el reloj del móvil y son las doce y media de la noche. Tampoco es demasiado tarde.

—Sí, estaba dormida. Mañana madrugo, tienen entreno las chicas.

Me voy desvistiendo poco a poco mientras hablo con ella, que se acuesta nuevamente en la cama.

—¿Y tu diosa del Olimpo? —lanzo la pregunta al aire.

—Ni idea. En el Olimpo, supongo.

—¿Estás molesta con ella? —Achino los ojos y me vuelvo para mirarla.

Nur está tumbada en la cama con los pies tapados por una sábana ligera. Estamos a finales de julio y hace un calor infernal.

—No molesta. Solo... Bueno... la táctica, ya sabes.

—¿Qué táctica? —pregunto mientras me coloco el pantalón corto del pijama.

—Dejar un tiempo de libertad. No atosigar... Ya sabes. Hacer que te busquen un poco.

—Ah. Yo creía que a eso se le llama ahora luz de gas o refuerzo intermitente.

—Una vez al año, no hace daño. Es un poco de alejamiento. La conozco de hace poco. No quiero estresarla. Yo no quiero que me pase como la canción esa de Rocío Jurado. Yo no quiero que se me rompa el amor de tanto usarlo.

Las palabras finales las pronuncia casi cantando. Suelto un quejido y una leve sonrisa y acudo al servicio para desmaquillarme.

—¿Y tú? —pregunta Nur con un tono de voz más ambientado—. ¿Qué tal tu cita con el jugador de baloncesto más buenorro del planeta?

Me quedo callada mientras me desmaquillo por completo, a pesar de que Nur sigue insistiendo en sus palabras lanzando algún que otro carraspeo. Río un poco por su intensidad y su curiosidad. Cuando salgo del lavabo, Nur está mirándome directamente con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ejem... ¿Qué tal?, ¿ha pasado algo? ¡Ay! —Se coloca sentada—. ¿Te has besado con él? —Coloca sus manos en la cara.

—¿¡Qué dices, Nur!? —Levanto una mano en señal de desplante y me tumbo en la cama—. Qué beso ni que huevos en vinagre. Déjate de tonterías. Fui a la entrevista. Le interpreté para que le entendiesen, me invitó a comer y listo. Nada más.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now