Capítulo 9: Un tipo obstinado

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Le cedo las llaves de mi coche a Gus. No estoy conforme con lo que está haciendo. Sé que quiere ayudarme y yo sé que quiero que no lo haga. No necesito su ayuda. Ni la suya ni la de nadie parecido. Sé encargarme de mi hermana. Esto lo he hecho otras veces. Cynthia suele hacerlo a menudo, no tengo problema en recogerla y sacarla de allí. Ella está tumbada en todo el asiento trasero, yo estoy sentada en la parte contraria a Gus y tengo la cabeza de mi hermana apoyada en mis muslos. Gus ha echado todo el asiento hacia atrás y farfulla algo entre dientes. No cabe en el coche.

—No conduzcas rápido. Cynthia no lleva cinturón y tus pies... estás sacando las rodillas por encima de la palanca de marchas.

—No conduzco rápido. Estate tranquila. Ponte el cinturón y confía algo.

—Ajam... —Hago un sonido que revela que confiar en él es complicado.

Sé que me ha entendido porque me mira por el retrovisor delantero. Sus ojos marrones en la noche son aún más profundos. Con todo este revuelo ni siquiera me he fijado en lo guapo que va. Lleva una camisa negra ajustada a su cuerpo, un pantalón blanco largo y unos tenis a juego de la camisa. Está atractivo. Siempre lo está. Maldito Gus, por tercera vez.

—Dame la dirección de tu casa que la meta en... ¿Esto no tiene GPS?, ¿no tiene pantalla táctil?

—Deberías agradecer que este coche tenga asientos y cinturón. No tiene, no —digo molesta. No somos tú. No todos tenemos un coche que cuesta como una casa. Ni siquiera sé cuál es su coche, pero estoy segura de que es caro y que le ha costado bastante o peor... que le han regalado el último modelo de alguna marca ultra mega cara.

—Bien. —Saca su iPhone y abre la aplicación de mapas. Vuelve a preguntarme por la dirección y la ingresa en el buscador una vez se la digo.

Sigo sin saber qué hace Gus montado en mi coche, conduciéndolo. Ni siquiera cabe. Si nos pilla la policía nos va a echar una buena. La multa que la pague él, porque me tiene desquiciada. ¡Qué le costaba quedarse en el pub con sus amigos! Se pone en marcha y es cierto lo que dice: no va rápido. Yo diría que especialmente lento. Tal vez lleguemos mañana, pero lo bueno es que lleguemos.

—Flora...

—¿Qué? —pregunto mientras Cynthia está algo adormilada. Gus vuelve a mirarnos por el retrovisor y supongo que está confuso porque ella me llame así.

—Gas... Gas... —No la estoy entendiendo y creo que delira.

—Es Gus —dice él sin dejar de conducir.

—¡No! —Grita Cynthia, algo ebria. Comienzo a reírme porque estoy segura de que mi hermana no se refería a él—. Gas... par. —Entonces mi sonrisa desaparece de golpe y Gus pide perdón risueño por haberse confundido.

—Gaspar, ¿qué?

—Estaba allí. Le he visto a lo lejos.

—Cynthia. A lo lejos, ¿cómo de lejos es?

—No sé.

—¿Se acercó a ti? ¡Ey! Cynthia. —Le muevo la cabeza porque empieza a adormilarse—. Cynthia, escúchame.

—Bibi... la cabeza... —Se queja hablando especialmente mal. Algo gangosa.

—¿Se acercó a ti? —insisto en la pregunta.

—¡No! —Se molesta—. Flora... siempre tan bonita. Eres la hermana más guapa del mundo.

—Estás borracha, Cynthia.

—Los borrachos y los niños dicen la verdad o al menos eso se comenta —añade Gus en un halago que no entiendo pero acepto con una sonrisa algo fugaz. Creo que él tampoco ha sido consciente de que sus palabras eran un piropo hacia mí. Tal vez no lo ha querido hacer así, si no como una frase hecha. Algo que se dice sin más.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now