Capítulo 31: Recuerdos futuros

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Tengo la camiseta de Thomas debajo de este peto amarillo que llevamos todos los de mi equipo para diferenciarnos del contrario. Sé que Gus me ha visto. Su mirada no se ha cruzado con la mía, pero a veces se me clava en la espalda. La siento, la noto, como una puñalada. Es peculiar experimentar una sensación así. Cierro los ojos y pestañeo suave. No debí ceder a las suplicas de Thomas. No debí ponerme esta camiseta. Pero, ¿y qué? Yo no le debo nada a Gus. No le debo nada. No. Y si se molesta, es su problema. Eso es. Tampoco tengo que estar haciendo todo lo que él me dice. No debo. No es asunto mío su enemistad con Thomas. A mí Thomas no me cae especialmente mal. Aunque tampoco especialmente bien. Ya... Es cierto. Igual sí me importa lo que Gus vaya a pensar de esto. Me estoy odiando un poco ahora mismo.

Mi vista regresa a las gradas una vez Cynthia y Thomas se han sentado. Viajo hasta el lugar de Gus y Juan. Él se levanta con el teléfono en la mano y se desplaza hasta alejarse bastante de la cancha al aire libre. Una punzada en el pecho está haciendo que me vibre todo el cuerpo. Niego con la cabeza fingiendo estirar el cuello. El partido va a comenzar y él se ha ido a hablar por teléfono. ¡Genial, Gus! ¡Genial! ¡Vete! No importa. El rostro de Thomas me mira sonriente y yo casi quiero que la tierra me trague.

—¿Se puede saber qué haces con esa camiseta? ¡Suerte tienes de llevar el peto encima! —Susurra Candela, aunque con un tono algo elevado.

—Es de Thomas. Me la ha prestado para estar más cómoda.

—Para estar más cómoda... Ya... ¿Para eso o para darse el lujo de que lleves su nombre detrás?

—Es una simple camiseta, Candela. ¡No me agobies!

—Si yo no te agobio... Si yo solo te doy mi opinión. ¿Has visto a Gus? Te estaba esperando en las gradas.

—¿Ah sí? —miro hacia los asientos fingiendo indiferencia—. Ni me he fijado.

¡Oh, por supuesto que no! ¡Por supuesto que no te has fijado, Bibi! Claro que no has mirado a ver si estaba desde que has llegado. Desde lejos le has identificado, ¿a quién quieres engañar? ¡Puff! Esto cada vez se vuelve más una odisea, Bibi. Mis pulmones se hinchan y yo solo deseo que sea verdad lo que me dijo en los vestuarios. Deseo que no me haya visto desnuda. Que no me haya mirado. No quiero tener que dar explicaciones. Solo de pensarlo se me estremece el cuerpo. Trato de calmarme y siento la electricidad deambulando en mi interior.

—¡Ey! —Las manos de Candela se colocan delante de mis ojos—. Tierra llamando a Bibi. Vamos. Que nos toca empezar ya.

Estiro el cuerpo. Asiento y camino junto a ella. ¿Es posible que Candela tenga razón? Con lo extraña y abierta que es ella. Con lo loca que a veces se pone. ¿Y si sí le gusto a Gus? No como un juego... No como algo que conseguir, sino como algo a lo que querer bonito. ¡Ay, Bibi! ¡Estás diciendo tonterías! ¿Qué has comido?, ¿esponjitas de arcoíris?

El partido comienza y cada uno se coloca en sus posiciones. Nunca he estado tan nerviosa desde que hice de estrella en el Belén viviente del colegio. ¡Y eso que solo tenía que sonreír y estar sumamente quieta en lo alto de una peana! Vuelvo a respirar hondo. Cualquiera diría que lo hago poco. Me tiemblan las manos. El juego comienza a realizarse y yo me muevo de un lado al otro como si fuese una peonza. ¡No quiero que me la pasen, por favor! Nur sostiene el balón entre sus manos y su destreza es impecable. Primeros segundos y acabamos de sumar dos puntos a nuestro marcador. La miro sonriente y ella me choca la mano antes de posicionarnos para el ataque. ¿Qué estoy haciendo? ¡Ni siquiera yo lo sé! Me toca defender a un chico que es bastante más alto que yo. ¡Este partido está desproporcionado! Candela funciona como base, pero no sabe ni anotar y el resto del equipo contrario son más altos que yo. ¡La chica que juega de base es igual que Nur! Miro a Candela y la veo más pequeña de lo normal. ¿Estas canastas no son demasiado altas?

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now