Capítulo 44: Arder en llamas

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Sentir su tacto, aunque sea sobre la tela del pantalón, es demencial. Mi respiración va y viene. No puedo controlarla. Hago lo que está en mis manos. Sus labios siguen pegados a los míos. Es insoportable. Son suaves y tersos. No son grandes, pero abarcan mi cavidad por completo. Están húmedos y los siento moverse. A veces abriéndolos y cerrándolos, otras en pequeños círculos. Las peores son cuando me absorbe por completo. Así. Justo así cómo está absorbiendo mi razonamiento. No puedo pensar. Bibi logra ese efecto. No sé en qué momento he cerrado los ojos, pero su imagen sigue estando en mi cabeza. Su pelo castaño ondulado, su piel tan clara y sus jodidos ojos verdes. Moriré en ese bosque. Estoy seguro de ello.

Sus labios se apartan de los míos y me tenso. ¿Ha parado?, ¿por qué ha parado? Su agarre sigue estando presente. Abro los ojos como un resorte. Necesito saber que continúa ahí. Ella está cerca. Muy cerca. Me mira con la boca entreabierta. Tiene los labios hinchados, más rojos de la cuenta. Respira costoso. Noto su pecho hincharse por completo. Sube y baja. La tensión me va a subir por las nubes. Miro cada recodo de su cuerpo. No quiero perderme este momento. Necesito grabarlo por completo y poder reproducirlo en mi cabeza cuanto sea necesario. Sus ojos están parados y fijos en mí. Si estoy al borde del abismo, soy capaz de tirarme. ¿Me está disparando?, ¿o qué es esa mirada que se me clava justo en el medio del torso? Sus hombros se mueren arriba y abajo. Noto su respiración extenderse por el habitáculo. Al igual que noto su agarre en mi pierna. Yo tampoco he soltado el suyo. Mi mano está encadenada a su muslo. No seré capaz de arrancarla de ahí.

—Quizás el vino no haga tanta falta como crees —susurra casi en el arco de cupido de mi labio superior.

No. No considero que el alcohol vaya a confesarme algo más de ti que lo que estás haciendo ahora. Así que, ¿esto era lo que pensabas? Sonrío. Ay, Bibi. ¿Qué está pasando? ¿Por qué quiero morderte y llenarte de besos esos mofletes tan rosados que tienes? La mano de Bibi viaja al interior de mi muslo. ¡Eh, un momento! ¿Bibi está metiendo la mano hacia mi entrepierna? Gus, joder. Compórtate. No te tenses. No hagas gestos con la cara. Mantente serio y firme. No pasa nada. Deseas esto tanto como ella. Trago saliva costoso. Su visión en mí no se ha apartado ni un segundo. Voy a morir fundido por su mirada. Ya estoy notando el calor. Ya siento todo mi cuerpo arder. Abro inconscientemente las piernas cuando su mano masajea la parte interior más pegada a mi ingle. Mis manos están paradas en su cuerpo. Quizás debería hacer algo. Tal vez es mejor si efectúo algún movimiento. Meto la mano izquierda por debajo del asiento. Acciono la palanca y lo desplazo hacia atrás todo lo que puedo. La mano de Bibi se mueve hacia mi rodilla y ella me mira con los ojos abiertos, más de la cuenta.

—Ven aquí. —El tono de voz que muestro es exhortativo. Sé que es una orden, pero también un ruego.

Ella levanta una ceja. A lo mejor no le gusta que la manden, Gus. ¿No has podido pensar en eso? Mi mano se muestra firme señalando mis piernas. Quiero que se siente sobre ellas. Pero solo si ella quiere sentarse, por supuesto. Mi mirada se vuelve algo más bruta y achino los ojos. Traga saliva. Parece tranquila. Aunque vislumbro que por dentro es capaz de explotar, como una bomba. Tarde o temprano sabía que la honda expansiva me iba a llegar. Pero ahora estoy al lado de ella. No sé si soy masoquista o es que Bibi ha apagado mi botón del raciocinio. Ella suelta su toque sobre mí y por un instante creo que va a marcharse. Elevo mi agarre de su muslo y contemplo todos sus movimientos.  Retira la bolsa que tiene entre sus piernas y le deja al lado de sus zapatos. ¿Se está desplazando? Su pierna derecha entra primero en el habitáculo de mis pies, girando su cuerpo para mirarme.

—Así, no. Al revés. Quiero que te sientes al revés. Mirando hacia el volante.

Entreabre la boca. ¿Va a decir algo? No. No lo hace. Retira su pierna derecha de vuelta a su lugar. Por el contrario, mete la izquierda primero. Eleva su culo y se agarra al volante. Pasa su pierna derecha y la introduce en el mismo lugar. Mis pies están a cada lado de los suyos. Mis piernas están entreabiertas. Hay suficiente espacio por si ella quiere sentarse en el asiento. Está algo elevada sobre mí. Gira su cuello, aún con las dos manos en el volante. Se fija en mi rostro. Tengo la sensación de que yo mismo me delato. Seguro piensa que no tengo figura de mandatario. Intento mostrar lo contrario. Mi mirada sigue impasible, aunque tenga su culo a la altura de mi cara. ¡Joder! Me va a volver loco. Soy capaz de cualquier cosa. ¿Cómo puedo desearla tanto? Descanso mis manos a cada lado de mi cuerpo. Estoy esperando a que ella efectúe su movimiento. Mira el hueco libre entre mis piernas y, entonces, se sienta. Sí. Se sienta. Pero no en ese espacio. ¡Joder! No. Se sienta encima de mí. Coloca su culo sobre mi sexo y estoy a un toque de sus dedos de explotar como paquete de palomitas. Saldré chamuscado. Respiro y sonrío. Lo está haciendo adrede. Es parte de su juego. Estoy seguro. Pestañeo lento. Su imagen no cambia. No ha sonreído a pesar de verme hacerlo.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now