Capítulo 14: Pintando nubes

1.3K 141 7
                                    

Bibi es como una montaña rusa. Nunca sé si va a querer matarme o va a ser amable. Lo cierto es que cuando la veo a mi lado, la siento cómoda. Quiero decir... No me parece que Bibi me odie ni que yo le sea un incordio. Ahora se muestra más relajada mientras le explico lo que significa cada nombre. Ella lo va colocando en su iPad y lo traduce. Se le da bastante bien el idioma. Entiendo también que ha estudiado estas cosas. No sé qué es exactamente lo que se hace en su carrera, pero de que sabe inglés, sabe.

Está mucho más contenta ahora que está viendo que hace el trabajo más rápido. Joder, Bibi. Alex tenía razón: eres bonita. Eres inteligente y cabezota y angustiosa y enfadica y despistada y estresada y bonita y amable y risueña y graciosa... ¡Joder, Bibi!, ¡joder, Bibi! Yo no debería estar pensando estas cosas. Yo no debería haberme metido en esto. No he venido a esto. No soy un tipo para estas cosas, Bibi. Si... si es que yo estoy cagado. Bastante cagado. Y tú pareces igual o no sé.

Retiro todos esos pensamientos de mi cabeza porque no quiero llenarme de pájaros. Bibi es amable como lo es con Sergio. Bibi no fue a la cita con Sergio igual que no iría a una cita conmigo. Bibi siempre es distante con eso. Aunque creo que desde fuera a mí se me puede ver igual. ¡Joder, Bibi! Lo que daría por entrar en tu cabeza y saber qué leches piensas de todo esto. Tal vez me he pasado de la raya: ir a tu casa, coger a tu hermana, conducir tu coche, montarte en el mío... Tal vez todo esto es demasiado para conocernos de tres días.

Mi teléfono suena mientras Bibi va terminando la última ficha. Son las siete de la tarde, espero que no sea otra vez ella. Saco el teléfono algo comedido y leo que es Jorge el que me llama. Lo cojo y Bibi atiende a mis palabras:

—Dime, Jorge. —Me levanto de la cama y empiezo a dar vueltas.

—Te quiero ya en la sala de reuniones del módulo siete. Os estoy llamando a todos los que no estáis en vuestras habitaciones. El resto del equipo está aquí conmigo.

—¿Pasa algo?

—Lo hablamos en cuanto lleguéis todos, Gus.

—Está bien. Ya voy.

Cuelgo y siento un nudo en el pecho. Jorge no hace reuniones de este tipo. Jorge nunca hace estas cosas. No las hace si no hay cosas graves de las que hablar. Si fuese un asunto del baloncesto lo habría dicho en el entreno de esta mañana.

—¿Ocurre algo? —pregunta Bibi preocupada.

—Jorge quiere que me vaya ya al módulo siete. Va a hacer una reunión con el equipo.

—¿Yo tengo que ir? —duda casi recogiendo.

—Si no te han llamado, supongo que no.

No creo que quieran que Bibi esté allí si nos van a regañar. De eso estoy seguro. Al final el hermetismo es el hermetismo. El hermetismo me ayudó a mí en su momento. Me despido de ella con buena cara, aunque siento que algo malo está sucediendo a mi alrededor. Creo que ella se queda con la misma sensación.

Camino hacia el módulo indicado por Jorge y no puedo mentir: estoy especialmente intranquilo. Esto me recuerda muchísimo a la reunión que tuvimos la vez que... En fin. Trato de calmarme antes de entrar a él. Paso por todas las salas de despacho y entro en la sala de reuniones que se encuentra al lado de rehabilitación. Entro donde me indicó y todos están sentados en sillas al rededor de una mesa ovalada. Presidiendo la mesa está Jorge con una pantalla por detrás. Normalmente, en estas salas se pueden visualizar partidos de otros equipos, estudiar al contrincante y demás. Jorge no está solo, evidentemente. Hay más miembros del equipo técnico: el manager, el delegado administrativo, la de redes sociales... Tomo asiento casi pegado a la puerta, que es donde quedan libres. Fran entra minutos después de mí y ya parece que todos hemos completado los asientos.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now