Capítulo 33: Qué pena

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Gus lleva un cóctel en la mano y una mujer alta, muy alta, de pelo rubio corto le acompaña. Ambos están caminando hacia nosotros. Maldigo haberme encontrado a Candela aquí sentada. Ella ha buscado dos sillas más para añadirlas a la mesa y ahora mi hermana está junto a ella y a mí me han dejado al lado de Gus o de esa mujer. No sé quién exactamente estaba aquí sentado. Respiro hondo. ¿Puedo dejar de hacer el ridículo? Ni siquiera puedo creer que fingiese una pérdida de memoria. Me ha costado bastante convencer al médico de mi mejoría. Si por él hubiese sido me mete de cabeza a hacerme millones de pruebas.

Candela se muestra cómoda y Cynthia, ni os digo. ¿Cómo puede estar tan cómoda con gente que ni conoce? Gus y la mujer llegan hasta nosotros. Los ojos de Gus deambulan por todos nosotros. Entrega la bebida a Candela y se sienta a mi lado. Parece algo molesto o tenso. No lo sé. Aunque lo entiendo. Más después de lo que le he dicho. La mujer se sienta a su lado, entre él y Juan. Los ojos me ruedan por ellos y se topan con las pupilas de Juan.

—Bibi, ella es Giulia, la madre de Gus.

¿Qué?, ¿qué ha dicho? ¿QUÉ HA DI-CHO? ¿La madre? ¿Esta mujer es su madre? Ahora la que se tensa soy yo. Mi espalda se pone todo lo recta que puede y mi cabeza se gira hacia ella. Ni siquiera puedo hablar. No me salen las palabras.

—Así que... Tú eres Bibi, ¿no?

¿Por qué sabe mi nombre? Porque esta mujer sabe cómo me llamo. Los ojos se me van hasta Gus. Allí me encuentro con los suyos. Creo que está concentrado en saber qué voy a responder. Tal vez piense que volveré a hacerme la loca y a decir que he olvidado mi nombre. Los hombros los llevo cada vez más altos. Debo contestarle ya a la mujer o quedaré como una idiota.

—Sí. —Casi grito—. Soy... Bibi. Encanta.

Extiendo mi mano por encima de Gus y este se desliza pegando su espalda al respaldar. ¿Está pretendiendo no tocarme? Puf... Su madre une la mano conmigo y nos las apretamos en un saludo firme. Mis dedos están sudorosos. Quiero que se abra la tierra y hundirme bajo ella. Respiro tranquila al separar su mano de la mía.

—¿Te encuentras mejor?

Su pregunta me sorprende, así que permanezco algo callada y tuerzo la cara. Descanso mis ojos en ella, analizando cada parte de su rostro. Se parece a Gus. Se parece bastante. Bueno... Gus se parece a ella. Es como... como esa mirada dulce. Ambos la comparten. Su expresión se me asemeja bonita. Parece que Gus ha sido criado con bastante amor y ternura. ¿Por qué la miro y me siento querida?, ¿es esa la sensación que tengo cuando Gus me habla? Lo cierto es que Gus comienza a hablar y sus ojos se posan en mí. Rápidamente los sigo y me calmo. Sí. Es la misma sensación. Gus me hace sentir cálida. Respiro tranquila y escucho sus palabras.

—Candela le contó a mi madre lo de tu... golpe.

¿Esa pausa? Estaba pensando en decir: «lo de tu mentira». Estoy casi segura de ello.

—¡Ah! Sí. Sí. Gracias. Estoy mucho mejor. No me lo esperaba. De repente se ha abalanzado sobre mí. Yo estaba... estaba...

—Distraída mirando hacia las gradas —añade Candela.

La miro de golpe. ¿Qué hace?, ¿por qué dice eso? ¡Qué ganas tienen todos de que me quede con el culo al aire! ¡Madre mía! ¿Nadie va a dejar de hacer referencias a que me puede gustar Gus? Sí. Es cierto. Me distraje mirando a Gus. ¿Puede esto cesar ya?

—No tanto —contesto escueta.

—¿Entonces vosotras sois del equipo femenino? —Tuerce su rostro y Candela casi escupe el sorbo del cóctel que acaba de tomar.

—¿Nosotras? —Carcajea amplio—. ¡Si yo mido un metro cincuenta y seis!

Realmente Candela es muy pequeña ahora que la visualizo rodeada de nosotros. Aunque debería decir rodeada de ellos. ¿Cuánto mide esta mujer?

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now