Capítulo 20: Pasos

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Reconozco que quizás dejarle los cinco euros por debajo de su puerta ha podido ser un desplante. Nada más lejos de la realidad. No quiero que se vea de esa forma, pero Bibi me ha mirado al entrar y ha apartado su vista rápidamente. Me siento como un idiota. Quizás ha sido la peor cita que he tenido en muchísimo tiempo. O de las peores. En el camino he venido hablando con Juan. Ha sido imposible eludir el tema de Bibi. Así que tuve que contarle casi todo lo que ocurrió. Tal vez él lo vea de una manera que yo aún no alcanzo a vislumbrar.

—¿Y por qué le has dicho eso? —Vuelve a preguntar él al sentarnos en la mesa del comedor.

—No lo sé, Juan. Porque se mete. Ella se mete hasta el fondo y yo dejo que entre y de repente no sé qué contestar.

—Pues admite que la has cagado.

—La he cagado, sí. —Asiento.

—No debiste llevarla a ese sitio, Gus.

—No voy a hablar contigo lo mismo que ya le expliqué a ella, Juan. Yo también soy eso. Es que... Yo también soy ese sitio. Esa también es mi vida. No puedo... No puedo negar eso. Tú lo sabes.

—Pero es Bibi. Podías haberla llevado a otro sitio. Algo más... cómodo. Que también vamos a esos sitios.

—¿Y de qué vale?, ¿de que se haga una idea equivocada de mí? ¿Qué hago, Juan? Si algún día le digo de venir a mi casa, ¿qué hago?, ¿alquilo una casa humilde en cualquier barrio de las afueras para que se sienta más cómoda? Es que es rara... Es muy rara porque hasta mi dinero parece molestarle. ¿No sabe que soy alguien famoso?, ¿no sabe ya que cabe la posibilidad de que tenga un dinero considerable? Lo hice por ella. Se puso nerviosísima en la entrevista al pensar que la estaban grabando. Me sentí como un despojo de saber que había sido yo quien la había metido en esa falsa de entrevista. Solo quise... solo quise protegerla.

—Entiendo a lo que te refieres —lo dice y sé que lo hace de verdad.

—Es que yo no puedo mentirle. Somos famosos. Y ser famosos también conlleva ciertos sacrificios: como no poder ir a cenar a cualquier bar sin que te miren, hablen de ti, te pidan fotos, te las hagan sin permiso o te graben. Precisamente porque es Bibi no la habría llevado a un sitio normal para que fuese expuesta de esa manera. Juan... Ya sabes qué hace la prensa rosa. Lo destripa todo. Se enterarían ellos antes de cosas íntimas de Bibi que yo mismo. Y a veces son muy crueles.

—Ya... Si en eso no te quito la razón. Pero, ¿era necesario haberte puesto de ese modo luego?

—No me puse de ningún modo. Ella me insultó. Me hizo sentir un poco mal. Sé que no lo hizo a propósito, por eso... Por eso... no le echo cuentas. Solo le expliqué quién soy. No le hable mal, lo juro, Juan. Me conoces. Pero... no sé. Bueno... igual decirle lo de que había gente muerta y que ella respiraba... Igual eso estuvo mal.

—Igual lo estuvo, sí. —Me mira con las cejas elevadas.

—Vale. Pues... Le hablé algo mal ahí y ella se fue muy molesta.

—Y con algo de razón.

—Y con algo de razón. —Repito afirmando.

—Ay, Gus... Soluciónalo.

—¿Qué tienes que solucionar? —pregunta Jorge sentándose al otro lado de mí.

Miro a Juan y le hago algunos gestos con los ojos para que me eche un clave. Yo solo sería incapaz de mirarle a la cara a Jorge y decirle todo lo que hice ayer. Por supuesto omitiré partes como que me inventé una entrevista o que invité a Bibi a cierto sitio más sofisticado de lo normal. Esperaba que Juan le dijese algo sobre la entrevista. Que justificase que una conocida suya le llamó y que él le hizo el favor de ponerme esa entrevista para que ella tuviese material. Cualquier cosa de esas que a Juan le salen natural explicarlas y yo estaría dos vidas arrascándome los brazos de los sarpullidos que me salen al mentir.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now