Capítulo 45: Ojos negros

1.1K 103 11
                                    

La alarma de este último lunes aquí suena incansable. Se me hace raro que todavía Nur no la haya apagado. Entreabro los ojos un poco más. Estoy girada hacia el lado del armario. Respiro tranquila y aún estoy adormilada. Giro mi cuerpo en la posición contraria y estiro el brazo izquierdo. Toco la pantalla táctil del teléfono móvil y el sonido se apaga por completo. Abro los ojos despacio para ver si Nur se ha levantado ya y saludo al aire mientras los vuelvo a cerrar.

—Hola —Me saludan en respuesta varias voces al unísono.

¿Qué? Abro los ojos de golpe y veo a las personas que están sentadas en la cama mirándome. Nur y Candela me sonríen ya con el uniforme puesto.

—¿Qué hacéis aquí? —Frunzo el ceño y me incorporo sobre el codo. Hablo costoso, todavía pastoso de haberme levantado.

—Es mi habitación —aclara Nur.

—He venido a verte —justifica Candela.

—¿Y qué hacéis las dos ahí mirándome?

—Las tres —expresa Cande girando el teléfono.

—Buenos días, Flora.

La pantalla del teléfono muestra una videollamada con mi hermana a las... Giro la cabeza y miro la hora en el móvil que descansa en la mesilla. ¡A las nueve de la mañana! ¿En serio?

—¡Mierda! ¡Mierda! —Me quejo levantándome de la cama a toda prisa—. ¡Tengo que estar en el autobús en una hora! Tienen el partido. ¡Mierda!

—¡Eh, eh, eh! Te da tiempo. —Me para Nur—. Y tú no te vas de aquí hasta que no cantes por esa boquita.

—¿Qué cante el qué? —Arrugo la frente y me quedo pensando.

—Lo que hiciste ayer por la tarde. ¡Te ayudé a que te fueses con Gus! Si no hubiese sido por mí, habrías sido capaz de quedarte en aquella excursión absurda —expone Candela.

—¡Santo cielo! ¿De verdad? ¿De verdad estáis haciendo acampada al lado de mi cama porque sois unas cotillas de cuidado?

—Recopilamos información. —La voz robotizada de mi hermana sale de lo altavoces del teléfono.

—No os puedo creer. —Termino por decir.

—Siéntate y cuenta. —Me obliga Nur.

Le hago caso. Verdaderamente esa mujer es capaz de hacerme picadillo si así lo creyese necesario. Nadie le dice que no a Nur y menos cuando te está mirando con esos ojos asesinos de gatitos pequeños y adorables. Tomo asiento en el borde de la cama frente a ellas y permanezco ahí por unos minutos. Callada. En silencio. Respiro hondo.

—Me llevó a casa de su abuela.

—¿¡Te llevó a casa de su abuela!? —grita Nur nada más comenzar.

—Si vais a estar interrumpiendo me callo. —Hice el gesto de una cremallera sobre mis labios.

—No. No. No interrumpimos. —Candela pone la mano en el muslo de Nur y golpea suave para que se calme.

—Su abuela nos hizo una tarta y nos dio una botella de vino para que nos fuésemos por ahí.

—¿¡Su abuela te hizo una tarta!? ¿¡Comiste tarta de su abuela!?

—¡Nur, caracoles, que se va a callar y no va contar nada! —gritaba Candela.

—¿Por qué te excitas tanto con eso? Es solo una mujer siendo amable. —Se escuchan los berridos de mi hermana.

—No. No tenéis ni idea. La abuela de Gus es casi más famosa que su familia.

—¿Qué dices? —pregunto mientras agrando los ojos.

Un amor de alturaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora