Capítulo 35: Peligro. Danger

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A día de hoy, en cualquier otra circunstancia, habría pensado que Gus es un capullo. Más después del gesto que hizo. No pensaba tocarte, idiota. Respiro hondo y bufo. Bueno... En realidad, sí pensaba hacerlo. Pero eso él no lo sabía. Estiro los hombros y me crezco un poco. En cualquier otra circunstancia, Gus estaría ahora mismo yendo a urgencias por una patada en su zona íntima. Que ahí sí que llego y bien. Emmm... Vale, esto ha sonado raro. Zarandeo mi cabeza y me deshago de ese pensamiento intrusivo. ¡No! ¡Stop, Bibi! Ni lo sigas pensando. Gus no nos atrae en absoluto. ¡Por supuesto que no! Como iba diciendo... Ha tenido suerte. Ha tenido suerte de ser él; quien, al parecer, me cae bastante bien. Me cae bastante bien por no decir que soy una «sin cerebro» cuando él me mira. ¡Ay, basta! Ahora ni siquiera debería estar pensando en eso.

Quedan minutos para que los jugadores aparezcan en escena y todos comienzan a salir de los vestuarios. La afición se escucha de fondo y de repente tengo la piel de gallina. Estoy temblando y eso que son personas que ni siquiera me están llamando a mí. Se escuchan diferentes vítores y ellos actúan tan normal, como si les fuese indiferente. Como si todas esas personas no gritasen por ellos. Esto es una locura y me seguirá pareciendo una locura por muchas veces más que lo viva. Todos forman su ya más que ensayado círculo y Gus se dirige a ellos el último. Entra en la circunferencia y saluda uno a uno a cada jugador, chocando una y otra vez la palma de su mano. Lleva la equipación bajo esa camiseta de la federación. Esa camiseta en la que solo tiene la cabeza metida por ella. El resto le cuelga como un enorme collar.

Todos se unen y sus manos se pegan unas con otras. Realizan su pequeño vitoreo y parecen preparados para salir. Afuera, sus nombres comienzan a sonar y van saliendo uno a uno. Gus siempre se queda el último. El capitán del equipo. Uno de los más antiguos que aún juegan. Aunque aquí ser antiguo no es sinónimo de edad. Su visión descansa en sus tenis. Poco a poco se va concentrando y metiendo cada vez más en el juego. Dos jugadores por delante de él ya han salido. Mi cuerpo está pegado a una de las paredes y mi brazo choca su carne a la piel de Fátima, que mira embelesada todo el ritual que realizan. El jugador previo a Gus, Juan, ya sale. Él, al verlo, se coloca una de las mangas, la derecha siempre primero, para luego hacerlo con la siguiente a la vez que comienza a salir. Sus ojos siguen clavados en el suelo hasta el momento justo en el que pasa frente a mí. Eleva la mandíbula y me mira de reojo. Eso me calma. Me calma la ira de su desplante anterior. Me agrada porque en el partido anterior también lo hizo. También sus ojos volaron hasta los míos. Además, me alegra. Porque si no me hubiese mirado, me habría molestado. ¡Ah! ¿Pero qué estoy diciendo?, ¿es en serio? Coloco mi mano sobre mi sien derecha y masajeo esa parte como si una jaqueca enorme me fuese a entrar. Suerte que me ha mirado. Sonrío levemente. Suerte que lo ha hecho porque eso significa que estoy formando parte de sus manías previas a un partido. Y, de repente, todo lo que sea formar parte de su vida ya me parece bonito.

—¿Por qué siempre se pone la camiseta el último? —pregunto a Fátima mientras ambas salimos hacia la cancha.

—Adivinas... Es el tipo más supersticioso que hay. Estoy segura de que una vez lo hizo y ya no puede dejar de hacerlo. —Me sonríe amplio.

¿Por qué alguien creería que toda su grandeza reside solo en este gesto: en ser el último en colocarse la camiseta antes de salir a la cancha?, ¿por qué incluirme a mí ahora en su ritual? ¿Soy yo su mala suerte? En el último partido casi ni jugó. Estaba despistado y poco efectivo. Le he visto jugar en los entrenamientos. No entiendo de baloncesto, pero sé cuándo alguien destaca por encima del resto y cuándo no. Y Gus lo hace. Gus brilla por él solo. Sus movimientos, su fuerza, su grandeza dentro de la pista y fuera, la delicadeza con la que lo hace... Como si fuese un baile. Como si le saliese solo. Como si no costase esfuerzo. Ojalá Gus se viese como lo hago yo. Ojalá se valorase más como jugador, porque a mí me parece increíble.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now