Capítulo 60: Ojos verde esperanza

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Respiro hondo y noto cómo me tiemblan las manos agarradas al volante. Joder... Esto es un sufrimiento. Miro la casa a través de la ventanilla del copiloto. Es preciosa. Acogedora y simple. Está pintada en un blanco roto y las ventanas son de un marrón clarito. Tiene colgada plantas alrededor de la puerta de entrada. No me sorprende. Creo que siempre me imaginé que ella viviría en un lugar como este. Carraspeo un poco y regreso de nuevo la mirada al volante. Al final se vino a las afueras de Madrid. Bastante a las afueras de Madrid. Muerdo levemente mi labio inferior e hincho mis pulmones hasta conseguir la suficiente valentía como para salir del auto.

Una vez fuera, me levanto las gafas de sol y me mantengo firme. Las palabras de Juan fueron claras. Se suponía que no debía contarme nada. Se suponía... Pero, ¿acaso importa? Han pasado cuatro años desde que se encontraron. ¡Cuatro años! ¿Y lo dice ahora? Me paro en seco en el camino hacia la entrada. Revoloteo los ojos en el césped delantero. Está perfecto. Brilla en un verde precioso y vivaz. Hay flores de diferentes colores adornándolo. ¿Qué estoy haciendo? Me giro y regreso nuevamente al coche. Me siento y me masajeo la sien. Es una locura. Es una jodida locura. Seis años. Han pasado seis años desde que no nos vemos. ¿Cómo voy a...? Debería irme. Sí. Debería irme. Estiro mi espalda y coloco la cabeza pegada al sillón. Seis años es demasiado tiempo para darle importancia a algo que ocurrió en un mes. Voy a parecer un jodido pirado.

¡Venga, Gus! ¡Joder! ¡Ve! Es ahora o nunca. Estás aquí. Ve y habla. Saluda solo. No hay nada de malo. Solo vamos a preguntar por su vida, a desearle lo mejor y a irnos. Ese es el trato. Eso es lo que le prometimos a Juan para que nos lo contase. Vamos y regresamos a casa. Regresamos a la vida de siempre y ya está. Es lo mejor. Solo tenemos que cerrar esta puerta. Venga. Vuelvo a salir del coche, esta vez más animado. Recorro el pequeño camino serpenteante que lleva hasta la puerta principal. Trago saliva costoso. Levanto la mano para tocar y no llego a hacerlo del todo cuando Bibi abre la puerta. En primer lugar, se asusta de ver a alguien al otro lado. Luego, sus ojos se abren aún más cuando me reconoce. Ella lleva un moño despeinado y un vestido camisero algo arrugado en el final. Su boca se abre unos segundos, me mira fijamente a la cara y me cierra.

Ahora el que abre la boca soy yo. Respiro hondo. Me lo esperaba. Creo que me lo esperaba. Me quedo contemplando la puerta unos segundos. ¿Qué debo hacer? ¿Irme? ¿Era eso? ¿Para eso vine? Cierro la boca, aprieto los labios y los dientes hasta hacerlos chirriar y me doy la vuelta por el camino serpenteante.

—Vale. —Me giro con cautela—. No sé por qué pensaba que sería diferente —susurro para mí.

Me alejo casi hasta estar a punto de llegar a la acera. Entonces, vuelvo a escuchar la puerta abrirse. La miro y al otro lado sigue Bibi. No ha cerrado la boca en ningún momento. Candela ahora le diría que la cierre porque le entrarían moscas, pero evidentemente yo no haré eso. Doy dos pasos hacia ella y esta vez me repasa de arriba abajo. Yo también lo hago. Va en zapatillas de casa. Su pinta es muy cómoda. Está diferente. Bastante diferente, pero sigue siendo ella. Ella más adulta. Cuando estoy a unos tres pasos de la puerta vuelve a cerrarme. ¿Es coña? ¿Una broma?

—Ya lo imaginaba. —Vuelvo a decirme.

Camino esos tres pasos hacia la puerta. Relajo los hombros. Las gafas de sol siguen en mi cabeza. Ya noto el sudor recorrer mi camiseta. Levanto la mano y doy dos golpes sobre la puerta. ¿Qué son estos modales? ¿He olvidado que las casas tienen un timbre? Bibi vuelve a abrirme. Respira entrecortado. Lo veo en su pecho. Se hincha y se deshincha con tanta rapidez que creo que puede llegar a desmayarse. Su boca sigue entreabierta y sus ojos están abiertos de par en par. No sé si ir llamando ya a la ambulancia o esperarme.

—Hola —pronuncia con una voz que parece no salir de su cuerpo.

—¿Al de correos también lo tratas así? —Sonrío pequeño. Eleva una ceja. Está confusa. ¿Qué estoy haciendo? ¿De verdad considero que es un buen momento para realizar una broma de este tipo?

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now