Capítulo 42: Dominadas

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Dormir con Bibi me da la suficiente paz que necesito en mi vida para estar al cien por cien en los entrenamientos. Estar cerca de ella también lo hace. No importa si es desde lejos o no. Solo con notar su presencia en la misma sala, ya me produce una calma que jamás había encontrado en ninguna otra persona. Pensar en esta noche es todo lo que me anima en el día de hoy. Bibi vino y no tuvo ningún reparo en pedir dormir conmigo. El día de ayer fue un día complicado para ella. Me gusta pensar que quiso dormir conmigo para refugiarse. Yo soy el sitio al que ella quiere volver. El lugar en el que se siente cómoda. Pensé que no me tocaría, siendo sincero. Creí que le costaría más tiempo dar ese paso. Hacerlo de ese modo me ha puesto blando. ¡Joder! Cómo me gustó que se acercase a mí. Cómo disfruté que su cuerpo se pegase a mi espalda y que sus dedos, tan pequeños comparados con los míos, se entrelazasen en mi mano. Recuerdo el momento y me parece que aún tengo la sensación de cosquilleo en la palma. Es imposible ya salir de ella. ¿Cómo te puede atrapar alguien de esa manera?, ¿cómo me he dejado envolver?

Tengo su cabeza en mi brazo y su mano me toca el pecho. Bibi es graciosa hasta durmiendo. Abre la boca, echando la cabeza hacia atrás, y cierra los ojos fuertemente. No puedo evitar sonreír al verla en esa postura. Mi rostro se vuelve algo más frío, más pensativo. Podría despertarme todos los días con la boca abierta de Bibi al lado. Así. Vestida con una camiseta mía de baloncesto que deja entrever su ropa interior por el movimiento de esta noche. Bibi no es una mujer extremadamente alta. No lo es en absoluto. Al menos, no desde mi perspectiva. Me he criado rodeado de un alto porcentaje de mujeres que llegan o pasan el metro ochenta. Para mí, Bibi es bajita. Aunque llegue a la media de altura española para una mujer. Ahora, así vestida, sus piernas se ven largas. Fuertes. Anchas. Eso me gusta de ella.

Cierro los ojos y mantengo las pestañas apretadas contra mis ojeras. No. No. No. Borra ese pensamiento. Borra eso. Apártalo de tu cabeza. Es imposible. Vuelvo a abrir los ojos y me fijo en sus muslos. Estoy manteniendo el control. Sé educado, Gus. Joder. Me cuesta. Odio no poder ni pensar en ese instinto. Ese instinto que ahora me haría clavar las yemas de mis dedos en la piel de su muslo, agarrarla fuerte hasta que sienta un pequeño dolor placentero y colocarla a horcajadas sobre mí. ¡Cálmate, cálmate! Tomo aire despacio. Eres capaz de controlar esto. No eres un puto animal, Gus. Regreso la vista a ella. ¿Cómo alguien no podría sentirse atraído por Bibi? Es guapa a rabiar. Al menos, para mí. Su cuerpo no entra dentro del canon de belleza estipulado por la sociedad y a quién le importa. Es ancha, sí. Pero ya me estoy perdiendo en sus curvas. ¡Joder, Gus! Mantén la calma. Bibi se mueve y a mí me da vergüenza. Abre sus ojos y creo que me pilla admirando su cuerpo.

—Buenos días. —Sonríe con la boca pastosa.

—Buenos días —respondo serio y retiro el brazo de debajo de su cabeza. Me incorporo y me siento en la cama de espaldas a ella.

¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder, Gus! ¡Mira que te dije que te calmases! ¡Mira que te dije que no pensases en eso. Estoy... Puff... Encima con estos pantalones. ¡Quién me manda a mí a pensar en eso!

—¿Has dormido bien? —pregunta Bibi a mis espaldas y ya puedo sentir su ceño fruncido sin entender nada.

—Perfectamente. —Junto mis manos en un puño y las posiciono tapando la imagen de mi entrepierna.

¿A quién se le ocurre?, ¿no puedes estarte quieto? ¡Ni un segundo ha tardado en...! ¡Joder! ¿Cómo piensas andar ahora?, ¿cómo vas a ir al baño? ¿Es esta la imagen que quieres que ella tenga de ti? ¡Un jodido salido! ¡Joder!

—¿Y tú? —Giro la cabeza y la miro sonriendo para que no crea que soy un puto loco que anoche quería comérsela a besos y que hoy solo espera que se marche de su cama.

—Muy bien. —Me mira sonriente y yo pienso que soy capaz de derretirme.

Respiro hondo y la imagen que tengo de ella no ayuda en absoluto. Ha tapado sus piernas con la camiseta en cuanto se ha dado cuenta. Está estirada en la cama con la cabeza pegada en la almohada y el brazo derecho por debajo de esta. Su mirada es dulce. Esta chica ha sido moldeada y tallada por un ser humano cachondo. Estoy seguro de ello. Es sexy hasta siendo tierna. Lo cual es horrible. También hay dos posibilidades: una, que sea ella de esa forma y, dos, que sea yo quien la está mirando con la vista de un caníbal que quiere desayunar. Trato de controlar la respiración, pero creo que me delato a mí mismo. Llevo un rato mirándola en esa postura y no he apartado la vista ni un solo segundo. Ella me contempla de igual modo. Hay un silencio ensordecedor en la habitación y soy casi incapaz de quitar la cara de serio que debo llevar puesta.

Un amor de alturaWhere stories live. Discover now