一百零三

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El Segundo Príncipe llevó a Taehyung a disfrutar del ambiente otoñal al finalizar la celebración, pensó que la consentida estrella merecía distraerse del estudio un poco y conocer mejor el Reino de la Dicha Pura; en su paseo, una larga alfombra de hojas amortiguó sus pasos, a lo lejos, en la ciudad bajo el gran palacio, las linternas todavía estaban encendidas y seres de todas las especies y lugares caminaban por los puestos llenos de vida.

─ ¿Qué hay allí? ─preguntó el castañito señalando un lugar donde comenzaba un espectáculo de títeres.

─Vamos. ─Lo condujo hasta encontrar un par de lugares cercanos al escenario.

El sonido de tambores indicó el inicio del espectáculo.

─Hace mucho tiempo, existieron diez soles que gobernaron el cielo turnándose para aparecer brindándoles a los mortales su calor, pero un día se cansaron y decidieron salir juntos para divertirse haciendo la vida en la tierra insoportable ─narró una voz desde atrás del escenario─, su padre quiso bajarlos sin lograrlo, así que pidió al héroe Hou Yi que los asustara con sus flechas, mas, terminó asesinando a nueve de los diez príncipes. La vieja diosa de la enfermedad, Wang Mu, convertida para ese tiempo en una de las cuidadoras de las píldoras de la inmortalidad, le había prometido una de ellas en recompensa. Hou Yi ya con la píldora, fue hacia su esposa, Chang'e para que la guardara. Un ser maligno, intentó arrebatarla de Chang'e y ella no tuvo más remedio que comérsela flotando hacia el cielo acabando por vivir en la luna que era lo más cercano a la tierra que encontró. ─Como en la boda, al mencionar a la luna, el escenario se iluminó dejando a los títeres sólo como siluetas─, los esposos se vieron separados aunque su amor seguía ardiendo y Chang'e se convirtió en un hada que cultivó hasta volverse la diosa de la luna. Mientras que Hou Yi siguió viviendo como un humano.

Muchos se lamentaron por la trágica historia de amor, en la vasija a un lado, dejaron monedas, joyas o algo de magia acumulada antes de seguir paseando por los demás puestos. TaeTae dejó que Kookie pusiera un lingote de plata para arrastrarlo igual de emocionado que durante la celebración de la boda, yendo aquí y allá sin cansarse.

Como el lindo polluelo revoltoso y tierno que era, como la estrella curiosa por ver todo en el mundo.

─ ¡Son pasteles de luna! En mi país también los comemos ─exclamó consiguiendo que se le comprara una gran caja de varios sabores.

Las fuentes, los lagos y ríos se llenaron de faroles acuáticos que el fénix sobrevoló con el niño en su espalda convertido en su forma de ave, se sintió feliz contagiándose de la rebosante alegría de la estrella cuyo brillo para él opacó el paisaje. Al bajar nuevamente, tomó su forma humana abrazándolo fuerte besándole los labios aterciopelados, ingresó a su cavidad bucal robándole el cálido aliento y retozó con su lengua húmeda y rosada con el pensamiento fugaz de buscar una residencia por el resto de la noche para amarlo de pies a cabeza, pero, se detuvo con toda la fuerza de voluntad del Tao y varios Sutras. Se estaba yendo por la borda.

Nadie parecía saber quiénes eran mas, sus acciones eran demasiado íntimas llamando atención poco deseada.

A insistencia del castañito, participaron en una competencia de acertijos donde el Segundo Príncipe ganó el primer lugar con la competitividad bullendo en su sangre, infló su pecho como un pavo real mostrándose en toda su grandeza al recibir un abanico hecho de madera de sándalo dorado y energía de cultivo. También logró ganar en una de versos donde lo premiaron con un pequeño conejo tallado en jade blanco y ojos de rubí.

─ ¡Mi Kookie es el dios más increíble y poderoso del Tao! ─chilló emocionado TaeTae con los bocadillos y muchos artilugios en los brazos. Era un niño al que lo llevaron de paseo a una gran feria, un principito al que le darían todo lo que señalara.

HILO DE SANGRE - KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora