一百二十七

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― ¿El entrenamiento de las estrellas es muy difícil? ―El Consorte Imperial bebió un poco de agua tibia preocupado por el castañito, después de todo, se enteró que sólo un día antes de su reclusión había colapsado.

―No... em, a veces me es un poquito complicado ―dijo recordando que al lograr soportar el frío, el entrenamiento había incrementado su exigencia y al canalizar su energía, había vomitado sangre un par de veces. Pero eso no podría admitirlo en voz alta, no ahora, luego lo contaría como una anécdota.

―No temas ir lento, teme sólo a detenerte ―animó el Dragón Azur.

― ¡Sí, Abuelito Celestial! Digo, Emperador de Jade, em...Padre Imperial ―corrigió con una gran sonrisa al final, tomó su taza para brindar con la sopa de ciruela ya que no podría beber nada de vino.

Era una pena, cuando tuviera oportunidad, tomaría mucho vino. No importaba si se embriagaba porque tendría a Kookie a su lado.

El pensamiento lo hizo reír bajito mirando a su novio que le limpió la comisura del labio con el dedo pulgar. Parpadeó dejándose hacer.

―Tenías un poco de salsa, pequeño polluelo ―murmuró sonriendo el fénix.

―Gracias, Kookie.

― Te estaremos animando, recuérdalo. ―Xi Zhen alzó los pulgares como vio que los humanos hacían.

― ¡Lo sé!

―Propongo un brindis por la ocasión. ―Hao Xi invitó a todos a levantar sus bebidas.

Al terminar de comer los fideos, todos abandonaron el islote para situarse en la puerta de la Segunda Mansión del Palacio Sur donde la procesión de hermosos cofres estaba arribando. Huo tomó la lista de manos de la Dama Peng mientras los guardias abrían las tapas para descubrir el interior que estaba lleno de joyas preciosas, porcelana antiquísima, formaciones y artefactos mágicos de gran valor, telas de seda para hacer hermosos trajes, zapatos brocados, delicadas hebillas, piedras poderosas, valiosos libros de cultivo, hierbas para hacer diversas pócimas, aromáticas hojas de té, recipientes de rico incienso, collares, oro, dinero, entre otros miles de objetos además de títulos de posesión de terrenos, comercios y palacios en toda la creación. Cuando se terminó de enumerar la cantidad de bienes, Taehyung ni siquiera estaba cerca de recuperarse del estado de shock en el que se sumió.

No había considerado que casarse con Jungkookie traería esa cantidad descomunal de fortuna, ni siquiera pensó en esas cosas al aceptar unir su vida a la de su dios del fuego, simplemente se dejó llevar por sus sentimientos y si no hubiera ningún regalo, hubiera estado bien para él. Era comprensible que los inmortales se hayan mostrado reacios a que el Segundo Príncipe sólo se casara con él; con menos de la mitad del tesoro, cualquier hogar se consideraría afortunado y podría vivir bien por siglos.

Por otro lado, el resto de la familia real apenas parpadeó. Podrían estar demasiado acostumbrados al esplendor, como tenían puentes hechos de jade y descomunales estatuas de oro, esto no era nada, ¿cierto? El hada floral, cuando todavía era prometida de su Kookie, también recibió regalos.

El último pensamiento lo amargó, beber vinagre de forma inconsciente no fue nada divertido y no pudo evitar hacer un pucherito mirando al Segundo Príncipe.

― ¿Por qué pareces un patito al que castigó su madre? ―preguntó Zheng Guo presionando sin mucha fuerza la boquita contraria.

―Otra vez me comparas con animalitos ―rezongó todavía ahogado en vinagre.

―Mi bolita de berrinches ―llamó presionando sus cachetitos que eran más tentadores que las ciruelas maduras, tal vez por eso le gustaba tanto besarlas y morderlas.

HILO DE SANGRE - KOOKTAEWhere stories live. Discover now