PR€FÂCĮ0.

433 8 0
                                    


Las gotas caen del cielo impactando contra la tierra que se va humedeciendo cuando la precipitación se va haciendo más fuerte. En los aledaños de aquella estancia la lluvia comenzaba a intensificarse, el frío recorría aquella costa como si se estaba acercando el invierno y eso que se había escogido la estación más cálida para celebrar aquella unión.

El cielo estaba dando una advertencia.
Los antepasados se oponían a lo que estaba por suceder.

Las personas enamoradas son ciegas, y aquella mujer confiaba demasiado en esos ojos diferentes, en ese león hambriento y tramposo. Pero eso no sucedía con ella, aquel feroz león se volvía dócil con esos ojos profundos y frívolos, la amaba y respetaba sobre manera. Tan contradictorio como solo ellos sabían serlo.

El vestido era espectacular, había elegido el mismo vestido con el que su madre se había casado, era todo un honor para ella usarlo en la boda. La corona con diamantes negros descansaba en su cabello rubio y sostenía un largo velo. Todo era perfecto ese día, nadie arruinaría su día soñado desde pequeña.

Siendo apenas una jovencita de unos veinte con tantos años, era la próxima heredera de la organización búlgara que iba a hacer una alianza de amor. Por él. Su debilidad desde que eran apenas unos críos, fue tentanda a los dieciséis, y luego a los dieciocho y ahora se casaría con él.

Agarra las rosas que están en la cama y práctica su sonrisa. La confianza era algo que la caracterizaba, pero quería verse perfecta, solo para él porque no le interesaba llamar la atención de alguien más.

Al abrir la puerta un extenso pasillo se abre frente a ella. Camina con cuidado a no caerse por los nervios que iban a terminar consumiendola antes de llegar al altar. Las escaleras no quedaban tan lejos como ellas las veía, su padre estaría esperando en la entrada al altar. No quería que nadie la viera antes de que empezará la ceremonia, así que nadie la había ayudado solamente la maquilladora la cual era su amiga desde siempre y se había abierto un espacio en su agenda ocupada de Teniente de CIOS solo para ver a su amiga casarse.

Las habitaciones estaban cerradas y las luces apagadas, excepto de una. La puerta estaba medio abierta pero no le dió la importancia adecuada y pasa por su frente pero no muchos pasos después detiene su caminar.

El ramo cae de sus manos impactando contra el piso de madera en un sonido sordo, un frío helado recorrió su cuerpo, pero no dejo que sus impulsos sacarán conclusiones sin ver. Saco sus delicados pies de los tacones de diez centímetros, todo en el extenso silencio que albergaba el lugar, solo se escuchaba un pequeño bullicio de las personas impacientes de la habitación donde se realizaría la ceremonia.

Retrocede en silencio intentando no tropezar con las reliquias que estaban en la finca. Sus dedos rozan apenas la puerta y su rostro curioso se asoma en la habitación. 

No debió ver eso.
Él no debió traicionarla así.

Sus ojos se entornan, pican y arden, pero las lágrimas no salen. Jamás lloraría frente a alguien. No lo piensa tantas veces y se desabotona la falda pomposa de color blanco que se aferraba a su cintura, el frío recorre sus piernas pero la rabia que siente por dentro es más fuerte, el body de perlas y diamantes queda a la vista junto con el liguero que nunca le quitarán. Saca su daga del mismo liguero, y termina de abrir la puerta con la punta de su pie.

Pero no la escucharon, claro que no lo harían, estaban demasiado ocupados.

Junta sus manos sin soltar la daga y comienza a aplaudir, llenando la estancia de ese sonido seco e irónico. El sonido deja a la mujer congelada en su sitio y al hombre lo tensa.

La Reina Negra.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant