CAPITULO 74.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Después de regresar al último piso de la cabaña entro a una habitación apartada y lavo mi rostro antes de cambiar el conjunto elegante por una ropa más práctica. No conseguí deshacerme de Nikolay así que debe estar rondando por ahí. Lucas acaba de notificarme que Andrei está en uno de los pueblos que no fue afectado por el explosivo, otro contacto que tengo en el aeropuerto privado de la familia Volkova me avisó que llegaron avionetas desde Nueva York.

«Estamos en el avión. Alana todavía duerme. No sé porqué hiciste esto, intentaré que Alana no te odie.» Leo el mensaje de Adriel que llegó hace diez minutos, para este entonces ya deben estar en el cielo así que no respondo. Tomo asiento en la cama y comienzo a ajustar los cordones de las botas antes de guardar la daga en el mismo lugar de siempre. Me levanto y me recojo el cabello en una cola en el mismo instante que abren la puerta.

— Señora. —giro la mirada hacia Nadia. — Llegó esto a su casa en Tsarevets, logré sacarlo antes de que alguien lo viera pero como yo también recibí uno, supongo que Di Marco también.

Agarro el sobre frunciendo el ceño cuando veo que tiene dirección de España, le dije a Matteo que se mantuviera a raya y que cumpliría con mi palabra de ser niñera de su hija... Nikolay entra y Nadia se va.

— ¿A qué fiesta estamos gratamente invitados? —toma asiento en la cama.

— ¿Por qué supones que es una fiesta y no es mi carta para que te internen en un psiquiátrico?

Sonríe y no responde. Blanqueo los ojos y abro el sobre sin tener cuidado alguno, saco el papel que está adentro y frunzo más el ceño.

— Eso no debe ser bueno... ¿No me aceptaron?

— Al contrario.

— Ya Dhalia, ¿Quiénes son la linda pareja a unirse?

Lo miro fijamente analizando mi situación antes de decir algo al respecto, todo el mundo sabe que él está muerto a excepción de quienes lo hemos visto...

— Zimmermann y Matteo.

— ¿Gina Zimmermann?

Asiento, su expresión se descompone en segundos, me arranca la notificación de la boda de la mano y la lee más veces de las que necesita para entenderlo. Me limitó a mirarlo en silencio, observo como frunce el ceño cada vez más, como se muerde las mejillas por dentro.

— No pueden casarse.

— Técnicamente, si pueden. Son pareja desde... Hace meses.

— Meses... ¿Desde cuándo exactamente?

— Eso no te incumbe.

Se queda en silencio y no me contesta, vuelvo a quitarle la invitación antes de guardarla nuevamente en el sobre y seguir arreglándome.

La Reina Negra.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora