CAPITULO 44.

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Llevo a Alana en brazos mientras bajo del avión seguida de Adriel el cual lleva el bolso de la niña

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Llevo a Alana en brazos mientras bajo del avión seguida de Adriel el cual lleva el bolso de la niña. Más de mis hombres me esperan haciendo una fila a cada lado de la escalera con la pistola cruzada en el pecho, aprieto a la niña contra mi pecho y piso tierra Búlgara.

Una mujer viene caminando directo hacia donde estoy mientras le entrego Alana a Adriel,  su uniforme táctico es muy parecido al mío y el collar de Dalia descansa en su cuello, no es parte de mi familia pero si mi mano derecha.

— Mi señora.

— Carla. —se quita los lentes negros y yo me los coloco, ambas avanzamos directo hacia las camionetas que me esperan.

— Ya sabemos dónde está el lince, una señora de unos setenta años le dió hospedaje a él y a sus hombres. Vive en una finca no muy afuera de la provincia. Se ha dejado ver en los mercados y uno que otro bar.

Nos detenemos en la entrada de la camioneta, le hago una seña a mi hermano y él aborda con la niña en brazos. El chófer comienza a conducir sabiendo a qué lugar tiene que llevarlos, Leonardo se acerca con el maletín negro donde descansa mi CZ SP-01 con balas creadas con uranio.

El viento hace que mi cabello se revuelva pero no doy mucho interés recogiéndolo de inmediato, me deshago del abrigo quedando en uniforme táctico. Mis hombres comienzan a armar sus pistolas y más camionetas llegan.

Carla aborda conmigo y Leonardo agarra el piloto junto con Iván. Lucas aborda la camioneta dejándome en el medio del asiento. Armó una pistola a gran velocidad y se la clavo en el pecho.

— Que no te maten. —gruño.

— Soy un hacker, no me matarán. —habla orgulloso.

— Te estoy hablando en serio. Volar cabezas va hacer tu objetivo desde el auto que es blindado.

— Tus balas pueden romper el blindaje.

— Nadie más que yo tiene esas balas. —sonrío orgullosa.

Las camionetas comienzan a adentrarse a zona rural donde se respira oxígeno puro y el frío se hace más fuerte. Incluso dentro del auto puedo ver mi propio aliento reflejado, las camionetas se detienen y bajo junto con Carla y con todos mis hombres.

La casa no es tan grande pero si lo suficiente como para que diez hombres se queden a vivir. Entrecierro los ojos cuando reconozco la espalda de Andrei en la ventana, alzo otra pistola y aprieto el gatillo soltando dos disparos que perforan su hombro uno tras otro. Se gira agarrándose del brazo y la cara le hierve en rabia cuando me ve.

Me quedo en silencio sin decir nada, Carla me extiende lo que tiene en las manos y yo lo paso por mi rostro cubriendo la mitad de este. Un antifaz de diamantes rojos queda a la vista vislumbrando cuando un rayo de sol choca contra el.

— Mierda. —leo sus labios apartándose de la ventana.

Mis hombres comienzan a tomarse la propiedad llenando todo de tiros, Carla entra delante de mi y nos separamos cuando ella va por la señora.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now