CAPITULO 16.

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Luciano Di Marco

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Luciano Di Marco.

Veo esos ojos que son idénticos a los míos, sus delgados labios se abren en una sonrisa que le achina los ojos y yo le respondo esa sonrisa, una sensación rara abarca todo mi ser. Yo no suelo sonreír pero eso fue genuino.

Abro el cofre que está en mi manos, un cofre forjado desde los antepasados de La Cosa Nostra y que estaba esperando por alguien que lo usara. Los Di Marco solo tenemos varones. Varones capaces de cargar con la responsabilidad de La Cosa Nostra, varones que tiran a matar. Pero ella es la primera mujer en una larga generación y por eso ésto le pertenece.

Sus pequeñas manos agarran la corona de espigas y pequeñas rosas rojas creadas con diamantes, los ojos le brillan apenas la ve. Dejo el cofre a un lado y se la colocó en el cabello rubio que lleva un poco revuelto.

— ¿Cómo me veo? —pregunta en su idioma natal.

— Como la reina de La Cosa Nostra. —contesto.

Alana no es ninguna niña de bratva. Alana es descendiente de La Cosa Nostra y va a ser una mujer búlgara. Lleva en su sangre la mafia, y en su cuello porta la marca de los Di Marco.

— ¿La reina? ¿Cómo mi mami? —intercala la mirada entre Dhalia y yo.

— No. La reina como Alana Di marco, y punto.

Arruga la nariz y me niega. — Yo soy Alana Ivanova.

— Tu eres loca, y llevas mi apellido y la marca de mi familia.

Le tocó la marca en el cuello y luego me bajo el cuello de mi suéter para que vea la misma marca.

— ¡Mami! —grita sorprendida. — ¡Mami tenemos la misma marca de amor!

Dhalia no se mueve de su lugar y se limita a mirar hacia otro lado. Alana me sonríe en grande sin entender nada de lo que está sucediendo. Le extiendo la mano y ella la toma viéndose tan diminuta delante de mi.

Ambos caminamos hasta Dhalia y ella le quita la corona, y agarra a Alana metiendola en la camioneta y cerrando de golpe la puerta. Me estrella la corona contra el pecho.

— Alejate de mi hija. —murmura.

— Es mi hija también y me prohibiste el derecho de saber de ella por cinco años. 

— Mami esa corona es mía. —los gritos de la niña son ahogados por la camioneta.

— Como si te iba a importar. —vuelve a estrellarme la corona contra el pecho. — Como si alguien aparte de tu estúpido ego te importará.

Sus ojos grises irradian rabia y dolor.

Siempre fue demasiado fácil leerla.

Alza la mano para volver a golpearme pero soy más rápido y le detengo esa mano y con la otra la agarro de la cintura apegandola a mi, su respiración está desigual y eso ocasiona que su escote choque contra mi pecho.

— Alana es Ivanov y se acabó, tu y yo no tenemos nada de que hablar, mi hija no necesita nada de ti y yo tampoco.

— Mentirosa. —le gruño y la pego contra la camioneta.

Miro dentro del vidrio asegurándome que Alana no nos vea, pero se a limitado a llorar.

— Dhalia déjame decirte algo. Haz sido una piedra en mi zapato desde que nos conocimos. Es verdad, fui un jodido cabron hace cinco años pero no me interesó en ese momento y ahora tampoco, ódiame, golpeame, insultame, trata de cazarme como has hecho todos estos años. Pero esa niña lleva mi sangre, mi apellido y mi marca, y le voy a dar el jodido mundo con tu permiso o sin el.

Veo el mentón temblarle un poco, y vuelve hacer esa expresión de cuando tiene ganas de llorar, pero lo detiene y vuelve a la máscara que ha usado desde hace siete años.

Me empuja sin moverme pero la suelto porque se que es lo que quiere, bajo la mirada a su camisa y veo sus pezones levemente marcados, enarco una ceja y vuelvo a mirarla al rostro. Pasa saliva removiendose con incomodidad.

— Este no es lugar para esa conversación.

Suelta esa oración y se va como la jodida cobarde que es, veo su silueta perderse dentro de la cabaña. Volteo a mirar a Alana quien abre la puerta y me sonríe con las mejillas húmedas y los ojos cristalizados.

— ¿Mami y tu discutieron?

— Problemas matrimoniales. —me encojo de hombros y ella se ríe sin entender. — Creo que esto es tuyo.

Le extiendo la corona y ella la agarra y se la pone otra vez. Me doy la vuelta para volver a entrar a la reunión pero no me apetece así que decido irme de aquí.

— ¿Ya se va? —veo su cabeza asomada cuando me giro a verla. Le asiento. — ¿A dónde?

— A mi casa.

— ¿Dónde es su casa?

— En Italia.

Abre su boca en sorpresa. — Mami dice que Italia es fea.

— Tu mamá amaba Italia. —la desmiento descaradamente.

— Yo quiero ir a Italia.

El impulso de agarrarla y llevármela para mí casa me abarca. Me da igual lo que piense Dhalia y su jodido novio de turno.

— ¿Quieres ir? —le pregunto curioso y me acerco a ella, me asiente rápidamente.

Le extiendo la mano y ella la toma bajandome del auto. Miro a la cabaña y veo a Dhalia a punto de salir pero se detiene mirándome fijamente.

— Vamos Alana, hora de llevarte a casa.

Igual como lo hice en al reunión pasada, alzo la mano y me despido de ella. Alana camina a mi lado y escucho la puerta abrirse, pero para cuando ella llega ya estoy sacando mi deportivo y adentrándome en la autopista.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora