CAPITULO 56.

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Narrador desconocido

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Narrador desconocido.
Hora: 19:30 pm.

Hago bola un suéter de piel para usarlo de almohada dónde me recuesto, dejo el brazo bajo mi nuca para mayor comodidad. El dolor que se apodera de mi lado derecho me abruma. Todo está oscuro a excepción de la luz del televisor pantalla plana que observo en silencio, los aullidos del lobo acompañan mis noches tanto como el sonido de las garras del león.

El encierro me estaba enloqueciendo, demasiado tiempo sin ver la luz del sol, sin respirar oxigeno sano, y sin ver a mi... Tengo mucho tiempo jugando a ser peleador clandestino en la maldita fosa, el dinero es la menor de mis preocupaciones, tengo de sobra gracias a las peleas y la comida que suelen traer me dura un mes o más.

Frunzo los labios mirando el televisor, como el espejo brilla en su belleza habitual evitando que pueda centrarme en estudiar lo que hace. Antes solía ser uno de los mejores y ahora estoy escondido como un marica... Pero confío demasiado en ella como para seguir siendo paciente.

Me enderezó con la mano en mi costilla. Alzo los brazos y me recojo el cabello con una liga negra, algunos mechones rubios se escapan quedando en mi frente. A veces lo corto y a veces no ¿Qué importa?

Llevo demasiado tiempo pensando como voy a joder a la mujer que me jodió tiempo atrás. Cada tortura se hace magnífica para mí, y cada grito desgarrador es un aliento más de vida. La espera es desesperante, pero mi victoria estara cuando aquella mujer italiana sea quemada en mi hoguera, con el fin de causarle más dolor a aquella puta.

Dhalia Ivanova.

Llevo el vaso de vidrio a mis labios saboreando el whisky escosés. Mis ojos están puestos en Alana, no hace mucho se tomó el antídoto que revierte el veneno de la droga que hasta ahora no ha hecho nada solo ha evitado que el color morado no salga de sus dedos. Me levanto calzandome las botas negras de cuero, con mis manos alizo la falda al ver que está arrugada, me queda por encima de las rodillas así como el top me queda sobre el ombligo. No me preocupo por Alana, ya que el medicamento la hace dormir doce horas y mañana mismo se regresa a la isla.

Me coloco una chaqueta de piel blanca, y salgo de la habitación dejando a Adriel con mi hija. Leonardo no me sigue. Apenas salgo del hotel, abordo la camioneta que yo misma manejo siguiendo la dirección que me marcaron. Cuando me detengo me coloco los lentes de sol y me retoco el labial rojo.

La tensión recorre cada parte de mi cuerpo cuando al salir siento que toman una foto, miro sobre mis hombros y no veo a nadie. Suspiro, y le lanzó las llaves al portero antes de entrar. No tengo tiempo para pensar en otra cosa que no sea mi hija y mi organización, los problemas de la empresa los pude controlar antes de la fiesta de la mafia. Y que Luciano, Andrei, mi hija y yo estemos en la misma ciudad me deja sin sueño.

Apenas entro ya hay una mujer esperándome con una copa de vino, ambas caminamos hasta el ascensor y la reconozco porque la he visto en la casa alemana. Cuando el ascensor se detiene y bajamos, ella no sigue caminando simplemente me indica que tengo que ir a la habitación 809.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now