CAPITULO 1.

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El frío recorre mi cuerpo pero no logra que reaccione a nada

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El frío recorre mi cuerpo pero no logra que reaccione a nada. Igual que siempre mis ojos se abren a las tres con treinta y tres de la madrugada. Me levanto directo a entrar a la ducha, dejo que el agua fría caiga en mi cuerpo sin inmutarme y salgo colocándome mi conjunto negro de práctica y recogiendo mi cabello en una cola alta.

Salgo evitando hacer ruido en la habitación y mi organización está despierta a está hora. Mis hombres no se mueven de la puerta, y hay seguridad caminando por la azotea de la casa. Todos me asienten con la cabeza dejándola inclinada cuando me ven pasar, no me detengo por ninguno y entro en la puerta que me lleva al extenso piso del sótano, ignoro también ese piso doblando a la izquierda y deteniendome en una puerta de hierro con una llave especial parecida a la de las cajas de seguridad. Meto la clave como de costumbre y entro sin preocuparme de algo, el frío del aire acondicionado me recibe.

Veo la gran cartelera frente a mi y con una foto en medio que me hace entrecerrar los ojos, un dardo de color rojo le atraviesa la frente con aquella sonrisa de imbécil de siempre.

Se va a pudrir.
Lo voy a joder.

Suspiro y comienzo a trabajar, saco los planos y el papel de carboncillo para trazar líneas con el lápiz blanco que está en mi mano.

Pasan las horas y sigo aquí metida diseñando, armó unos edificios por simple diversión y que quizás en un futuro sean sedes para mí organización. También construyó armas, armó bombas y trabajo en algo especial que será el debut en mi organización.

Tocan la puerta y frunzo el ceño ignorando el sonido, pero otro toque hace que me levanté para abrir la puerta y salir sin dejar que nadie pase o vea. Nadie tiene acceso aquí, solo yo y una pequeña niña que ni sabe atarse los zapatos. Mi guardia de confianza me mira fijamente.

— Tengo información, mi señora. —le asiento y comenzamos a subir nuevamente. — El coreano no se ha aparecido, dice que sigue armando aquel detonador que le pidió.

Enarco una ceja cuando llegó al sótano y volteo hacia una entrada que lleva clausurada hace años, entre cierro los ojos. ¿Qué tanto le puede tomar a un maldito hombre hacer un puto detonador? Yo puedo hacerlo si problemas pero para algo lo tengo a él.

Sigo mirando aquella puerta y el hombre gira la mirada hacia allí también. Veo una grieta pero no le presto atención y sigo mi camino.

— El ministro de Italia quiere verla, La Cosa Nostra sigue silenciosa y su representante desaparecido...

— Cobarde. —bufo.

— La Dama Alemana está solicitando verla y la señorita despertó.

Pongo los ojos en blanco pensando en aquella mujer de ojos verdes que es tan exasperante como su marido. No le contesto y me sigue hasta la entrada del comedor, la luz que se filtra por el techo de vidrio blindado me recibe al igual que la extensa mesa de cristal en tono marrón. Veo a la mujer castaña terminando de poner un plato en forma de corona en la mesa delante de una pequeña niña rubia en pijamas de sirenas, cabello despeinado y corona mal puesta.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now