CAPITULO 2.

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A las personas les encantan joderme la vida y las llamadas de insistencias del ministro de Sicilia me confirman mis sospechas

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A las personas les encantan joderme la vida y las llamadas de insistencias del ministro de Sicilia me confirman mis sospechas. Miro las cámaras frente a mi, observo la bóveda que mantienen oculta en el extra-sotano de la casa presidencial de Brasil.

El elemento que necesito para crear armas de alta potencia está en este país y llevo meses observando desde lejos su bóveda. El presidente es un corrupto, orgulloso y un verdadero dolor de ovarios, pero es tan descuidado con su bóveda como lo es con su familia. Paso mis dedos por mi barbilla sin apartar la mirada de las cinco cámaras, una en el estudio del presidente, otra en la entrada de la casa, una en la bóveda y la última en la bóveda monetaria.

— Mami. —giro la mirada a la pequeña niña que juega con una muñeca. — Quiero tetero.

— Te tomaste uno hace una hora. —se lo niego y vuelvo a fijar la mirada en la pantalla.

Cuando alguien me amaba. —comienza a cantar la canción de una película de Disney. — Me sentía taaan feliiz...

— Buen intento. —la miro divertida y ella se acerca a mi así que la elevó en brazos y ambas fijamos la mirada en la pantalla.

Me concentro en la cámara del estudio donde Arthur Ribeiro está en una reunión con la mano derecha del representante de la mafia rusa. Alzo el volumen de las cornetas para escuchar con claridad lo que dicen.

— El Pakhan quiere ese elemento antes que otro lo consiga. Estás en el punto de mira de muchas mafias, Arthur.

— No les daré a nadie mi elemento. —niega repetidas veces. — Tu y tu Pahan o lo que sea, pueden irse al carajo todos juntos. ¡Nadie tendrá mi uranio!

Suspiro y le bajo volumen al ver que no hablan de nada que a mí me interese. Me voy a dar la vuelta pero el peso de mi hija hace que me quedé dónde estoy.

— Mami... —la miro en silencio. — ¿Qué es eso?

Su pequeño dedo señala una de las cámaras que va hacia la bóveda monetaria, observo a un hombre vestido de negro conectado a la computadora de la bóveda. Bajo a Alana y ella se limita a abrazar mi pierna.

Por un momento el hombre gira la mirada hacia la cámara pero sin verla directamente ya que está escondida, pauso la imagen y la edito para poder ver quién es, la expando para tener un rostro vivido.

— Maldito. —gruño entre susurros.

Mi tecnología es una de las más avanzadas, soy muy buena con los diseños técnicos y las construcciones así que este cabron no me va a joder. Tomo asiento y comienzo a mover algunas teclas y luego muevo un control que tengo a mi lado, veo la punta del dardo por la cámara y presiono el botón rojo, sale directo dándole en el cuello y el hombre no tarda en desvanecerse.

Sonrió con diversión y tomo mi teléfono para hacerle una grata llamada al presidente de Brasil.

— Hay una rata en tu bóveda. Le debes un favor a la Reina. —y cuelgo victoriosa.

Los hombres que se creen más inteligentes solo por tener poder, no son más que unos idiotas. He tenido suficiente experiencia con imbécil y no me dejó adelantar por nadie, la primera en abrir esas bóvedas voy a ser yo y nadie va a poder impedirlo.

— Mi señora, su auto está listo. —le asiento a mi hombre de confianza y tomo la mano de mi brillante hija y comenzamos a salir de esa habitación.

Mis botas resuenan en la madera del suelo de mi casa, meto a mi hija en los asientos traseros y le abrochó el cinturón y yo tomo asiento adelante. Conduzco hasta las afueras de la ciudad, mis camionetas me siguen como de costumbre.

— Abbi, enciendete. —habla mi hija con la muñeca que lleva al lado y que rápidamente cobra vida.

— Hola princesa. -le contesta y comienzan hablar de cualquier cosa trivial.

Me detengo en una cabaña en medio del bosque, veo cinco autos más al alrededor del lugar y en la entrada un hombre con pinta de exconvicto.

— Ese hombre da miedo. —murmura mi hija y la muñeca voltea a verlo.

— Abbi sin dar información. —le hablo a la muñeca.

Ese robot puede escanear el rostro de una persona y meterlo en las bases de datos policiales y dar toda la información, por eso Alana no tiene permitido sacarla muy seguido de casa, ya que a toda persona que a ella le dé miedo la muñeca guarda las características del rostro en su memoria.

— Te vas a quedar aquí con Abbi y Leonardo, ¿Entendido? —mi hija asiente.

— ¿Con el señor grandote?

— Si, con el señor grandote. —le sonrió. — Te amo.

— Y yo a ti.

Me bajo del auto y Leonardo le pone la seguridad correspondiente a las puertas, y se para a un lado del auto. Otro de mis guardias me sigue hasta adentrarnos en la estancia. La sala es grande con un mini bar en una esquina y una mesa grande en medio.

— La Reina llegó. —un hombre anuncia mi llegada y veo que soy una de las últimas en llegar.

Me quitó los lentes y tomo asiento en el puesto vacío. Todos comienzan a hablar de cosas triviales mientras entran en conversación para las cosas por las que en verdad estamos aquí. Todavía queda una silla vacía así que por eso no entran en lo importante.

Veo a todos los representantes, uno por uno y estudio sus gestos, su manera de hablar. Estás reuniones normalmente se hacen de madrugada pero hay una emergencia que no entiendo cuál es. Veo al representante de las mafias:

Española.
Rusa.
Francesa... Nadia Lefebvre creo que es su nombre.
Los nuevos líderes de la mafia Árabe, ya que dos están muertos y los sucesores desaparecidos.
Veo el corrupto de Inglaterra que se hace pasar por presidente. Y también al de Venezuela.
Y luego mis ojos caen en la Alemana, Matteo parece tan absortos en sus pensamientos como yo, pero está observando todo.

— Un gusto saber de ti. —habla y yo ladeó una sonrisa.

— Siempre es bueno ver al líder. —murmuro. — ¿Dónde está tu mujer? ¿O ya debería empezar a rendirle pleitesía?

— Como si tú hicieras eso.

Suelto una pequeña risa y me llevo a los labios el vaso de whisky escosés. Apesar que todos estamos en una misma pirámide, mi mafia siempre está por fuera de sus asuntos, yo no tengo líder, a mi nadie me manda.

— El león llegó.

Y en ese instante, siento que se me cae el alma del cuerpo.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora