CAPITULO 39.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Me remuevo entre las sábanas frías hasta que llegó al calor que emana de un cuerpo, me acurrucó contra él hasta que mi rostro queda en el hueco de su cuello, aspirando su olor mentolado. Sus brazos me rodean y un pequeña sonrisa tira de mis labios mientras vuelvo a caer en la inconsciencia.

Después de que se acabarán las cintas de ayer que lograron captar mis drones, me acosté a dormír con el cansancio brotando de mis poros. Andrei es un problema, pero con su organización reducida no hará tanta alarma por algunos días o quizás meses.

Unos dedos acarician mi columna con cuidado, un ronroneo sale de mis labios antes de obligarme a abrir los ojos. Lo primero que veo son esos pares diferentes que tanto me atraen.

— Buenos días, muñequita. —parpadee unas veces más para despertarme.

— ¿Qué hora es? —susurre con voz ronca y arrastrada.

— Las tres de la tarde.

Me tenso completamente. Nunca duermo tanto, y las veces que eso sucede solo pasa, muy a mi pesar, cuando duermo con Luciano. Es como si mi cuerpo supiera que él está alerta, que nada me va a pasar y se puede desconectar completamente de la realidad.

— Mierda. —me siento en el borde de la cama despegandome de Luciano. Cuando lo observo, lleva un pantalón de mezclilla y una camisa de botones de color azul. — ¿Dónde está Alana?

— Durmiendo con Lucían, como de costumbre. —me observa mientras me levanto.

— ¿Cómo de costumbre? —frunzo el ceño mientras me recojo el cabello de manera desorganizada.

— Ajá, suelen dormir juntos en la tarde. —asiento poco convencida, pero después saco ideas malas de mi cabeza ya que he visto como la casa está desde que llegó Alana.

Muñecas por todos lados, dibujos colgados en las paredes, los lápices de colores ruedan por el suelo y las esclavas van recogiéndolos poco a poco, el baño de Luciano parece más de ella que de él y el cuarto de Lucían tiene tres casas de Barbie y una cuna de bebé tamaño real.

— La estás mimando mucho. —afirmo agarrando un reloj pequeño, ideal para Alana, de oro rosa con incrustaciones de rubíes.

— Y lo seguiré haciendo. Deja que recupere el tiempo con mi hija. —se cruza de brazos.

— No perdiste tanto. —lo observo con una mueca extraña.

— ¿No? No la vi dar sus primeros pasos, ni sus primeras palabras, mucho menos cuando le comenzaron a salir los dientes... —lo detengo antes de que siga, demasiada información para un recién despertada.

— Si de algo sirve, "papá" fue lo primero que dijo. —murmure dándome la vuelta para entrar al baño.

Cierro la puerta mientras voy a orinar pero Luciano abre la puerta con el ceño fruncido, y me mira fijamente sin vergüenza alguna.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now