CAPITULO 22.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Despierto diez horas después de mi largo sueño, el olor en mi cuerpo no se ha ido pero lo obligó cuando me meto a la ducha. Dormí horas de más, y el desayuno en la mesa de mi cuarto me advierte que Adriel estuvo aquí, y cuando salgo del baño está presente otra vez.

— Hola. —me sonríe pero yo no lo hago, solo lo observo. — No tienes porqué ser una jodida piedra siempre.

Sabe que algo va mal, y mis ojos que se comienzan a cristalizar lo ponen alerta.

— ¿Dónde está Alanita? —el mentón me tiembla y ni siquiera espera que me acerque porqué él lo hace y me envuelve en sus brazos.

Mi respiración se agita y el vacío en el pecho vuelve a llegar, pero intento tragarme las lágrimas.

— En Italia. —susurro pero él me escucha, él siempre me escucha. — No quiso venir... Yo... La dejé por unos días... Creo que hice mal.

Para cuándo se despega de mi, las lágrimas ya humedecieron mis mejillas, el nudo en mi garganta me ahoga y no hago más que llorar sin reproducir un solo sonido.

— ¿Qué crees que hiciste mal? —pregunta intentando secar mis lágrimas.

— Ocultarla del mundo... Negarle el derecho a Luciano...

— Lo hiciste para protegerla, Dhal, y lo hiciste durante el tiempo que pudiste.

— Pero no fue suficiente.

— Lo fue. —me asegura y vuelve a envolverme con sus brazos.

Adriel es más alto que yo, casi por dos cabezas. Siempre fuimos unidos, a pesar de que yo soy la mayor y que casi nunca estaba en casa, siempre me aseguraba de traerle regalos o detalles. Luego mamá falleció y yo tome su lugar en la organización, menos tiempo tenía de estar con él pero intenté estar lo más presente posible o al menos más presente que nuestro padre.

Me encargue que viviera fuera de la organización, que estudiara y sacará una carrera universitaria igual que yo, que no se encargará de nada oscuro sobrecargandome de trabajo.

En la organización o en la pirámide negra, la menos importante es la mujer. Pero para cuando mi madre falleció mi padre necesitaba un sucesor, el hermano que seguía después de mi vivía en la inconsciencia de la droga y Adriel estaba muy pequeño para entender algo, así que me escogió a mí y yo acepte con tal de que ellos no vieran lo que yo.

Todo por mi hermano.

Él se va luego que me calme, me arreglo y salgo para ponerme a trabajar. Los planos se me quedaron en Italia así que voy a tener que hacer otras cosas. Mi teléfono suena, y cuando veo la pantalla es una videollamada entrante de Luciano, frunzo el ceño y contesto.

Los mechones rubios aparecen y luego sus ojos azules, me sonríe abiertamente.

Ciaaaaao mammaaaa —alarga las palabras al hablar en italiano y vuelve a sonreír orgullosa de su pronunciación.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now