CAPITULO 27.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

La reunión comienza media hora después de la discusión con Andrei. Luciano toma asiento a mi lado, y yo del lado izquierdo de Matteo. Solemos posicionarnos por el puesto que nos pertenece en la pirámide.

Alemania.
Bulgaria.
Italia.
Rusia.
España.
Francia.
Arabia.
Venezuela.
Inglaterra.

Somos las principales, las que estamos en la punta de la cadena alimenticia. Las tres primeras somos los depredadores, los que alzamos la organización y nos escabullimos de CIOS.

La Dama Alemana se mantiene al lado del líder, con la barriga a reventarle y su cara de pocos amigos. Luciano a mi lado está más que relajado y Andrei está rojo de la rabia, tanto que pienso que en cualquier momento le puede dar un infarto. Leonardo trae mi whisky escosés y lo deja en mi mano antes de volver a su posición detrás de mi, al ser mi cabecilla de confianza se queda cerca, los demás mantienen su línea.

— Ivanova, nos enteramos del atentado en tu casa. —comienza hablando Matteo. — Por suerte no estabas ahí.

Me observa fijamente con esa habilidad que tenemos para saber lo que ambos escondemos bajo la máscara.

— Si, fue un accidente inoportuno. —conteste como de costumbre restándole importancia. Gina me ve fijamente, antes de ladear una sonrisa que me hace fijar mis ojos en ella. — Por suerte no estaba ahí.

— CIOS se está saliendo de control. —habla el Español.

— Y ahora que todos ustedes mataron al presidente se va a poner peor. —murmure.

— Estábamos en guerra. —se excusa el Español.

— No. El país lo estaba. —especifico tomándome un trago de licor.

— El líder nos requería como ayuda y obedecimos, ¿Tu dónde estabas?

— Matando a mi hermana. —susurra Andrei.

— Eso es una acusación muy grande, Volkova. —contesta impactada la Francesa.

— No tendría porque matar a Agatha. —chasqueo la lengua. — Mi organización se mantiene fuera de las cosas del gobierno, y Agatha estaba en mi casa armada sin avisarme. Ya expliquemos quien iba a matar a quien.

— ¿Iba armada? —pregunta Gina.

— Si, Dama Alemana. —nos miramos fijamente, estira las cejas hacia arriba en un gesto de sorpresa.

— Eso podría considerarse atentado. —murmura a mi favor.

— Tu no te sabes más reglas de la organización, mujer, mejor no opines. —contesta el inglés.

El arma de Matteo se monta en la mesa y da la vuelta tres veces hasta que su dueño le monta la mano y se detiene alzandola, apuntando directo al inglés.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora