CAPITULO 73.

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Carla Machado

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Carla Machado.

Detengo el vehículo cuando Dhalia me ordena hacerlo, observo desde el asiento del piloto como mira a Alana con los ojos cristalizados y sin tener el valor de decirle algo a la niña. Hasta ella sabe que es imposible que la Bratva la suelte una vez que la tenga pero no hay más remedio, Andrei la traicionó a pesar de que la amaba con locura.

Dhalia y Alana son como dos imanes, están en ese retórico momento de que lo opuesto se atrae. Si Alana se mueve, Dhalia lo hace, también sucede al viceversa. Son el claro ejemplo que tú media mitad no es solamente en parejas.

— Mi niña... —la voz quebrada de Dhalia me hace apartar la mirada y fijarla en la ventana hacia el exterior. — Yo... No tienes ni idea de lo mucho que quise ser una mamá perfecta para ti...

— Pero eres perfecta mami... Usa supeeer mami.

El nudo se instala en mi garganta y no puedo ni imaginarme lo que debe sentir mi amiga.

— Quise que todo fuera diferente para ti ¿Si? Lo intente, pero eso no quita las decisiones que tome y que yo... —se le cortan las palabras y comienza a sollozar, Alana llora en silencio sin entender lo que sucede. — Te amo Alana, lo hago con el alma... Eres mi todo y quiero que sepas lo especial que eres... Pero mami se tiene que ir ¿Okey?

— ¿Y volverás? —susurra. — Es un viaje de trabajos ¿Verdad mami? ¿Volverás e iremos a esa linda isla de Moana?

Fijo la mirada en los árboles, los pájaros, intento borrar de mi mente la voz ilusionada con la que hablo la pequeña hija de... Mi mejor y única amiga.

— No... Alana no voy a volver y no te puedo prometer que lo haré porque no quiero ilusionarte...

— Mami... Siempre juntas ¿Lo recuerdas? ¡PROMETISTE QUE SIEMPRE ESTARÍAMOS JUNTAS! —grita bajo desesperación.

Dhalia abre la puerta y sale del vehículo pero me veo obligada a bajarme cuando Alana lo hace.

— ¡ERES UNA MENTIROSA! ¡ME PROMETISTE QUE ERAMOS UNA SOLA Y ME ESTAS ABANDONANDO! —Dhalia no se gira y yo agarro a Alana con ambos brazos mientras intento destapar la inyectadora.

— Alana... Te amo... Mami te ama.

Es lo único que logra responder a los gritos de la niña, como puedo entierro la aguja en su brazos pasándole el líquido que la pondrá a dormir. La niña en poco tiempo cae desmayada y Dhalia me la arranca de los brazos para abrazarla, las rodillas de la Búlgara seden y cae arrodillada mientras grita con dolor.

Agacho la mirada por respeto. Es la primera vez que la reina se arrodilla.

Creo que cuando estás tan acostumbrada a ver a una persona que parece no tener sentimientos y los muestra, es como si te rompieran por dentro. Porque se los sentimientos fuertes que tiene Dhalia y que cuando los deja salir solo explota su peor faceta, su parte más sádica y llena de perversiones asesinas que no la va a detener, incluso se desconoce a si misma.

Llora, y no como un simple llanto por una rabieta o porque algo te duele. Llora con dolor porque más allá de adorar a Nikolay, daría la vida por su hija y ahora tiene que dejarla ir. Grita y sufre como cuando vio el ataúd de su gemelo siendo enterrado y eso es simplemente desgarrador.

Me recuesto del auto mientras veo a Dhalia llorar con su hija abrazada, maldice en latín hasta que ya no queda una grosería en el diccionario, le pide perdón en todos los idiomas que se sabe y yo no me atrevo a acercarme. Cuando ya no le queda más lágrimas que soltar se levanta, el pie se le dobla por las botas que lleva pero logra mantener el equilibrio y darse la vuelta, me entrega a Alana así que la recuesto del asiento del copiloto para mantenerla vigilada.

— En el aeropuerto está Renee, como prometí, Lucas y Adriel están llegando con todo lo que necesitan.

— Dhalia, mírame.

— El avión está listo, sal de aquí antes de que todo explote.

— Amiga, mírame. —no alza la mirada, solo la mantiene fija en la puerta del auto donde acosté a Alana. — ¡Mírame maldita sea!

Cuando dirige sus ojos grises a mi entiendo que no queda nada de la Dhalia que sonreía en la mañana con su hija. Los ojos carecen de brillo, de esa diversión que la caracteriza, ahora solo son unos tristes ojos de color gris opaco.

— Proteje a Alana con tu vida... Qué ni siquiera la de tu hija va a pagar el dolor si le llega a suceder algo.

— No tienes que amenazar a mi hija, Alana estará bien.

Asiente pero no contesta, abordo el auto y lo pongo en marcha mientras la observo por el espejo retrovisor, una sola lágrima mezclada con el maquillaje rueda por su mejilla... Y como me gustaría no haber visto esa imagen.

Dhalia Ivanova.

Observo al auto en dónde va mi vida entera irse, suelto un suspiro recordándome porqué esto es lo mejor para ella. Me limpio las lágrimas notando que es inútil hacerlo porque el maquillaje se a corrido. Me adentro al bosque y camino alrededor de media hora hasta que llegó a la cabaña, abro la puerta y el polvo me hace estornudar mientras bajo las escaleras hasta llegar al último piso.

La primera en mirarme es Nadia, tiene la nariz roja al igual que los ojos.

— ¡Era mía! —murmura cuando se acerca. — Yo la cuide... ¿Por qué me hiciste entregarla?

— Porqué Carla es su madre y no puedes tenerla aquí mientras todo este sucediendo.

Quiere refutar algo pero se queda callada y agacha la mirada, observo a los franceses que vinieron con ella ,de mis hombres solo está Kyran. Cuando quiero comenzar a dar órdenes no se por donde empezar, tengo más hombres de los que están en mi casa traicionandome pero todo será inútil.

— Dhal... —me doy la vuelta y me tenso cuando veo a Nikolay, mira a todos los que están detrás de mi antes de volver a verme. — ¿Qué sucede?

— ¿Cómo sabes que estaba aquí? ¿A quién más le dijiste?

— No sabía que estabas aquí, pensaba irme de tu casa para no incomodar... Y nadie sabe que vine.

Suelto un suspiro, le digo a Nadia que se encargue de sus hombres mientras yo agarro a Nikolay y lo saco de aquí.

— ¿Qué pasa?

— Tienes que irte, y no digas nada.

— Dhalia. —se detiene y es imposible mover a un poste de dos metros. — Sabes que no te traicionaria... ¿Dónde está Alana?

— No... No menciones su nombre.

— ¿Le sucedió algo?

Los ojos me arden y cuando alzo la mirada mis lágrimas salen deslizándose por mis mejillas. Jamás me perdonaré haber apartado a mi hija, dejándola en otro lugar, que se va a despertar y no sabrá dónde está ni dónde estoy. Los días sin mi hija van a doler, pero me va a doler más si ella queda en las Cloacas conmigo.

Está muerta.

La Reina Negra.Where stories live. Discover now