En una historia hay muchas vertientes. El malo intenta tapar la verdad, el inocente no sabe lo que sucede y el verdugo ve todo en silencio esperando su momento para atacar.
Las historias comúnmente están mal contadas, cada quien tiene una versión d...
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10 horas antes. Dhalia Ivanova.
Llegó a la fortaleza rusa y ya Andrei estaba ahí, bajo las escaleras y me adentro a la casa pensando a toda velocidad. Fui al lugar que Andrei usa como aeropuerto donde estaba mi Jet para largarme de aquí y buscar a mi hija, pero tenía las llantas desinfladas.
Es un hijo de puta, y voy a matarlo.
Las esclavas se esconden cuando me ven llegar y Andrei está de pie en las escaleras hablando por teléfono, paso de él y voy a su despacho agarrando mis planos y los maletines. Vuelvo a salir con mis zapatos resonando en el suelo.
— Voy a agarrar tu Jet. —le digo.
Sin darle tiempo de responderme salgo de la fortaleza otra vez, y abordo la camioneta. Leonardo apenas se movió y vuelvo a arrancar a toda velocidad.
— Mi señora, los que estaban cuidando a la niña están muertos. —aprieto el volante. — Uno de los boyeviki consiguió los cadáveres.
No le contesto y piso el acelerador intento no resbalar en la autopista congelada pero si yendo a gran velocidad. Una vez que llegamos al aeropuerto abordo el Jet y Leonardo va inmediatamente a pilotear.
15 horas después. Luciano Di Marco.
Tomo asiento en la parte externa de los vestidores, mientras que Alana está dentro con una vendedora probandose miles de vestidos. Observo a Lucían quién ve entretenido una revista.
— ¿Sabías que hay tacones en miniatura? —voltea la hoja de la revista hacia mi y yo le doy una mala cara.
Alana sale del vestidor con un vestido rojo con una falda tan grande que apenas la deja caminar. Frunzo el ceño y Lucían la incita a dar una vuelta.
— Deja eso, llévate otra cosa. —le digo antes de agarrar el teléfono que está sonando.
Me pongo de pie para salir de la tienda pero Alana se me atraviesa.
— ¡No! Quiero esté. —dice determinada.
— Dije que no, busca otro.
— ¡No!
La aparto y le hago una seña a Lucían para que esté pendiente. Salgo de la tienda y mis hombres ya están en las salidas.
— Di Marco. —contesto.
— Ya piso Italia. —habla Lucius. — Mis hombres la vieron en el aeropuerto hace media hora.
Cuelgo y me voy del lugar dejando a mis hombres con Alana y Lucían.
Dhalia Ivanova.
Cinco horas después aterrizamos en Sicilia, Italia. Me quitó el abrigo de piel y alzo las mangas de mi suéter hasta los codos, me escondo dos pistolas debajo de la ropa y salgo pisando Italia.