En una historia hay muchas vertientes. El malo intenta tapar la verdad, el inocente no sabe lo que sucede y el verdugo ve todo en silencio esperando su momento para atacar.
Las historias comúnmente están mal contadas, cada quien tiene una versión d...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Dhalia Ivanova.
Luciano camina frente a mi de un extremo de la pequeña sala de estar de su habitación, a otro. Parece un león enjaulado. Suspiro y me concentro en hacerle dos colitas a Alana, dejando su flequillo dentro de las colas para despejar su rostro; se levanta con su vestido veraniego de color azul cielo y sus sandalias blancas, le coloco protector solar y ella se va felizmente porque va a salir con Adriel no se a dónde.
— ¿Podrías dejar de caminar así? —gruño estresada. — Me pones de los nervios.
Me da una mirada de ojos entrecerrados casi pareciendo felino. Blanqueo los ojos y recojo las cosas que use para dejarla en la habitación pero la voz de Luciano me impide seguir.
— ¿Por qué coño tenías que hacer todo ese desastre? —ruge.
— Sabía que podías decir más que solo gruñidos. —ironizo dándole la espalda. — ¿Por qué coño tenías que enseñar a una niña de cuatro años a disparar?
— Alana necesita defenderse. —puntualiza como si ya no lo supiera.
— Alana necesita vivir una infancia feliz lejos de las armas que pongan en riesgo su vida.
— Y como tú no te haces cargo, lo hice yo. —me ignora completamente.
— Dios mío, dame paciencia porque si me das fortaleza lo mató. —susurre entre dientes mientras avanzo al baño dejando todo en los gabinetes. Observo que el baño aburrido y elegante de antes, es solo un montón de muñecas de baño, jabones de bebés y toallas de princesas.
Vuelvo a salir pensando en hacer un comentario acerca de eso pero me quedo en silencio cuando veo a Luciano mirándome con el ceño fruncido.
— No estoy para esto. —me sincero con malhumor. — Esperaba que me dieras una buena cogida como de costumbre, pero ya que mi hija me envió un maldito mensaje diciendo que es una leoncita y otras cosas que no quiero recordar, ¡Se fue todo por la borda!
— ¿Pero qué problema hay en que una niña de cinco años quiera ser como su padre? —frunce el ceño con fuerza y yo lo imitó.
— ¡Que su padre es un mentiroso! —me exasperó en todos los sentidos. — ¡Que se suponía que me amaba y me jodió el único día que tanto anhelaba! Ese es el problema.
Se queda en silencio y no contesta por un largo tiempo, mi pecho sube y baja con fuerza por la rabia que recorre mi cuerpo. Mi teléfono suena así que desvío mi atención al aparato y prefiero contestar que seguir discutiendo con ese imbécil.
— Ivanova. —murmure saliendo al balcón de la habitación.
— Mi reina. —susurra uno de los infiltrados del FBI. — El lince acaba de sacar el cuerpo de sus boyevikis y de su hermana de la morgue.
— ¿No le pagaron al imbécil?
— Si, mi señora, claro que lo hicimos. Pero el lince llegó con grandes cantidades de dinero y superó nuestra oferta.